EE UU empieza suministar armas a los rebledes
La CIA controlará la distribución de material bélico 'ligero', mientras se descarta la entrega de baterías anticarro y lanzacohetes
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarEl ataque químico del 21 de agosto parece haber vencido la desconfianza de EE UU hacia el variopinto conglomerado de fuerzas rebeldes en Siria, donde el secretario de Estado, John Kerry, admite que «entre el 15% y el 25%» son miembros de Al-Qaida u otros grupos. Rusia cree que el porcentaje es significativamente mayor. De ahí que mientras los países del Golfo se han apresurado a armar a los suníes y a los mercenarios de todo el mundo que se suman a la batalla tribal, EE UU no haya cumplido su promesa de facilitar ayuda militar a los rebeldes moderados. Hasta hace dos semanas.
Fue entonces cuando la CIA recibió órdenes de no demorar más el reparto de avituallamiento, según publicaba ayer The Washington Post, aunque las fuerzas rebeldes dicen no haber recibido armas. En cualquier caso no será a bulto ni por generosidad altruista. El Gobierno americano medirá cuidadosamente a quién se las proporciona para propiciar el aglutinamiento alrededor de ciertos líderes militares a los que quiere impulsar. Lo mismo que hará con las comunidades que apoyen a esos grupos, donde empezarán a aparecer ambulancias, camiones de bomberos y de basura, entre otros elementos de infraestructura.
«Cuando finalmente tengas un gobierno libre sirio, sabrán quienes somos», dijo Mark Ward al rotativo. El funcionario del Departamento de Estado encargado de coordinar la ayuda a Siria lleva meses trabajando con un equipo dentro del país que se reúne en los lobbies de los hoteles para compartir datos sobre la dinámica de las comunidades. Se sabe que uno de los grupos extremistas que más preocupan, Jabhat al-Nusra, intenta ganarse las simpatías de las comunidades que controla. «Si ves ambulancias nuevas en un sitio donde Al-Nusra está intentando ganarse a la gente, no será coincidencia», guiñó Ward al rotativo. Si bien el Departamento de Estado se encargará de controlar la distribución de ayuda «no letal», la de armas y material bélico quedará en manos de la CIA. No serán baterías antitanques ni lanzacohetes, que es lo que más desean, sino armas ligeras que EE UU cree que puede rastrear fácilmente.
Hasta ahora, senadores como Bob Corker se habían sentido «humillados» cuando se reunieron con los rebeldes en la frontera turca hace sólo tres semanas, porque a pesar de las expectativas desatadas EE UU sólo les había entregado botiquines y raciones militares. Suena inocente, pero no lo era. La distribución de 350.000 raciones de alto contenido calórico a través del Consejo Supremo Militar era en realidad una prueba para ver si se puede controlar su destino. Gracias a ellas EE UU cree que ha logrado identificar a los individuos moderados en los que puede confiar.
La objeción de Putin
El elegido es el general Salim Idriss, un comandante rebelde que habla inglés, tiene línea directa con Kerry, da entrevistas por Skype a la CNN y estudió en la academia militar del Ejército sirio, antes de desertar el año pasado. EE UU espera que al convertirse en destinatario de las mejores armas aglutine a más seguidores y emerja como el verdadero líder. Idriss, sin embargo, dijo ayer a la cadena NPR no haber recibido aún ningún arma de sus «amigos americanos».
Estos planes no convencen a Rusia, cuyo presidente, Vladímir Putin, adoptó ayer la inusual medida de dirigirse al pueblo estadounidense a través de las páginas de opinión del The New York Times. El exdirectivo de la KGB trata de convencerles de que «un ataque aumentaría la violencia y desataría una nueva oleada de terrorismo», escribe. «Debilitaría los esfuerzos multilaterales para resolver el problema nuclear iraní y el conflicto palestino, desestabilizando aún más Oriente Próximo y el Norte de África. Podría desequilibrar todo el orden internacional».
Putin sostiene que los ataques unilaterales de EE UU amenazan con hacer desparecer la ONU por irrelevante, el Tribunal Penal Internacional o incluso una condena retórica a Siria. Por contra, se sitúa como el pacifista -pese a haber armado al Gobierno sirio durante una década- y critica el discurso de Obama del martes, en que el presidente buscaba el apoyo de sus ciudadanos apelando a las obligaciones morales «que hacen a EE UU excepcional». Putin cree que es «extremadamente peligroso alentar a un pueblo a sentirse excepcional, sin importar cuál sea la motivación».