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Obama pierde la batalla de la opinión pública
El presidente de EE UU obtiene el apoyo de los líderes del Congreso, pero las encuestas muestran el rechazo ciudadano
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarAntes de dejar su hogar en San Francisco, el nieto de pequeño de Nancy Pelosi la asaltó con una pregunta: «Mimi, la guerra con Siria ¿ dices que sí o que no?». La líder demócrata de la Cámara Baja se volvió hacia el niño de cinco años con igual curiosidad. «¿Tú que crees?», le preguntó. «¡Yo digo que no a la guerra!», respondió. «Bueno, en general yo estoy de acuerdo eso, pero es que han matado allí a cientos de niños», intentó persuadirle. «¿Eran niños estadounidenses?», preguntó el niño. «No, pero los niños son niños donde quiera que estén».
Pelosi contó esta anécdota en los jardines de la Casa Blanca, tras reunirse con el presidente, al que prometió su apoyo no sin antes pedirle que haga un esfuerzo mayor para persuadir a la opinión pública, a la que está perdiendo más rápido que al Congreso. Según una encuesta del Washington Post, la oposición al ataque ha crecido hasta casi seis de cada diez estadounidenses debido a la negativa de Gran Bretaña a sumarse a la acción. A juicio de la líder demócrata, el pensamiento infantil de su nieto ilustra lo difícil que es para mucha gente ver la conexión entre la terrible tragedia de Siria y la seguridad nacional de EE UU. «Creo que todavía hay muchos miembros de mi comunidad que no lo han entendido», admitió.
El debate para autorizar un ataque militar a Siria en represalia por el uso de armas químicas no está dividiendo el país de forma partidista, como ha ocurrido invariablemente con cualquier debate político desde la elección de Barack Obama. Por el contrario, está provocando una división interna dentro del Partido Republicano y una rebelión de las bases demócratas en contra del presidente al que auparon hasta la Casa Blanca.
El líder republicano de la Cámara Baja, John Boehner, emergió ayer de la reunión con el mandatario con el que tanto ha porfiado como si fuera su mejor amigo. «Voy a apoyar al presidente en su llamado a la acción y creo que mis colegas deberían apoyarla también», afirmó esta vez sin cortapisas. «Hay que responder a este uso de armas químicas y sólo EE UU tiene la capacidad de parar a El-Asad y advertir a otros alrededor del mundo de que este tipo de conducta no será tolerada».
A esa misma hora uno de los más notables delfines de la revolución Obama, su exzar para la creación de empleos verdes, Van Jones, azotaba ante las cámaras de la CNN la decisión del presidente de ir a la guerra contra otro país, lamentando que George W. Bush hubiera dedicado más tiempo a construir una coalición internacional para atacar Irak que el propio Obama. Por una vez coincidía con él el exportavoz y candidato presidencial republicano Newt Gingrich. Años atrás también habría coincidido con ellos el propio Obama, que como candidato advirtió que «cuando se desatan los perros de la guerra nunca se sabe qué va a ocurrir».
Ayer, sin embargo, aseguró una vez más que sólo planea un ataque «limitado y proporcional que degrade la capacidad de El-Asad» para volver a perpetrar ataques químicos. El Comité de Relaciones Exteriores del Senado, donde ayer compareció el secretario de Estado, John Kerry, y el jefe del Estado Mayor, general Martin Dempsey, quiere asegurarse de ello. Por eso elabora una resolución con un texto mucho más ajustado que el que ha mandado la Casa Blanca, que ha pedido autorización para tomar «todas las medidas que sean necesarias». Los legisladores de su propio partido quieren eliminar expresamente la posibilidad de utilizar tropas y obligarle a cesar acciones militares en 60 días, a menos que vuelva a pedirles una extensión, además de prohibir que el objetivo de la acción militar sea forzar a El-Asad a abandonar el poder.
Kerry, que hasta el año pasado presidía ese mismo comité, concurrió con ellos en las premisas y subrayó que el presidente Obama no está pidiendo autorización para ir a la guerra, «sino solo para dejar claro que EE UU tiene palabra», afirmó. «Y digo esto delante del general Dempsey y el senador McCain, que saben cuál es la diferencia con ir a la guerra».
Activistas en la sala
Le interrumpió Medea Benjamín, la líder de la organización antibélica Code Pink, con gritos de que lo que Siria necesita es un alto el fuego y pancartas de 'No bombardeen Siria'. El secretario de Estado, que entró a la política como líder del movimiento para acabar con la Guerra de Vietnam, no pudo evitar con un escalofrío recordar el día en que se sentó frente a ese mismo comité para preguntar «cómo se le pide a un hombre que sea el último en morir por un error», frase célebre que incluso impactó a Nixon. «Cuando yo tenía 17 años tenía sentimientos parecidos a los de esa manifestante», admitió en voz alta, mientras la Policía se la llevaba de la sala. «Por eso es tan importante que estemos teniendo este debate».
Será él quien se quede al frente del mismo mientras Obama se encarga de los líderes internacionales en la cumbre del G20, a donde partió ayer con parada previa en Estocolmo. Allí se dirige también el secretario general de la ONU Ban Ki-moon, al que Siria ha colgado la responsabilidad de hacer cumplir la Carta Magna de su organización y evitar un ataque ilegal, que tiene los días contados.