Un rebelde descansa en un sofá, en el patio de una vivienda de Kafr Naboudeh. :: REUTERS
MUNDO

Una guerra en manos de Alá

Las dos sectas del islam libran a las puertas de Israel una nueva batalla por hacerse con el control del corazón del mundo árabe

BEIRUT. Actualizado: Guardar
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29 meses después los foros internacionales son incapaces de unificar criterios en torno a Siria. Ni el Consejo de Seguridad de la ONU, donde Rusia y China vetan cualquier medida favorable al uso de la vía militar, ni la Liga Árabe son capaces aprobar resoluciones que alteren la situación sobre el terreno y acaben con el baño de sangre. «El gran problema es que somos verdaderamente ignorantes sobre Siria», confesaba este fin de semana a The New York Times el exembajador de Estados Unidos en Siria, Ryan Crocker, una ignorancia sobre un país clave en el equilibrio de una región que está disputando en suelo sirio una batalla clave de la guerra milenaria en las dos sectas del islam, suníes y chiíes, esta vez a las puertas de Israel. Hace tiempo que los sirios dejaron de ser protagonistas y se convirtieron en marionetas de países extranjeros que libran un duelo macabro que ya ha costado la vida a más de 100.000 personas. Estos son algunos de esos protagonistas extranjeros.

Irán

La cúpula del régimen sirio, en manos de la secta alauí derivada del chiismo, forma junto a la milicia libanesa chií de Hezbolá la primera línea de combate financiada por Irán frente a Israel. Mientras que Rusia y China son el apoyo diplomático y militar del régimen, Irán, donde los chiíes son el 90% de la población, es el apoyo total sobre el terreno (harina, dinero, armas, inteligencia, entrenamiento de paramilitares.). Es omnipresente en el conflicto y, al igual que pasó en Irak, no hay solución posible si no se le incluye en el proceso negociador, algo a lo que Estados Unidos y los países del Golfo se han negado hasta el momento. La guerra por la supervivencia del régimen es la guerra por la supervivencia de este eje de resistencia frente a Israel y, a la vez, por mantener la bandera del chiismo en el corazón del mundo árabe.

Líbano

El vecino libanés fue el único que votó en contra de la resolución de la Liga Árabe del domingo que, sin hacer mención a una operación militar, pidió a la ONU y a la comunidad internacional que asuman su responsabilidad para «tomar las medidas disuasorias necesarias» contra el régimen de Damasco. Desde el estallido de la crisis ha recibido a más de un millón de sirios y está dividido entre partidarios y detractores de El-Asad. Hezbolá, que además de milicia es la fuerza política con más peso, respalda abiertamente al régimen, pero trata de evitar que el conflicto se traslade a las calles libanesas. El difícil equilibrio entre confesiones está una vez más al límite y los últimos coches bomba en un barrio chií de Beirut y en Trípoli, bastión suní al norte del país, han sembrado el pánico entre una población que se asoma al abismo de su enésima guerra.

Irak

Tampoco respalda el ataque militar y, aunque apoyó la resolución de la Liga Árabe, objetó algunos de sus puntos. Diez años después de la invasión liderada por Estados Unidos las cifras actuales de muertos a causa de la violencia no se registraban desde abril de 2008. La herida interna abierta entre las dos sectas del islam ha devuelto al país «a las puertas de la guerra sectaria», según el ministerio de Interior iraquí, y Bagdad mira a Damasco con preocupación. La caída de Sadam dio el poder a la mayoría chií, aliada de Irán y Siria, que se enfrenta al enfado de los suníes que acusan a las nuevas autoridades de discriminación y siguen el ejemplo revolucionario sirio. Algunos grupos radicales como El Estado Islámico de Irak, brazo de Al-Qaida en este país, han aumentado sus acciones y reclaman la separación de Bagdad de provincias como Al-Ambar, donde su secta es mayoritaria.

Arabia Saudí, Catar y Turquía

Las dos potencias principales del Golfo y Turquía, todos ellos de confesión suní, respaldan la apuesta por la intervención armada de Estados Unidos y desde el comienzo intervienen activamente financiando y armando a grupos de la oposición. Las diferencias entre Arabia Saudí, Catar y Turquía, partidarios estos dos últimos de los Hermanos Musulmanes, respecto al golpe militar en Egipto quedan en segundo plano cuando lo que está en juego es arrebatar el poder de Damasco a los alauíes, secta derivada del chiismo a la que pertenece Bashar el-Asad. De su mano han llegado grupos que han reclutado a yihadistas de Irak, Afganistán, Pakistán o el Cáucaso para tomar parte en lo que los clérigos más radicales denominan yihad, guerra santa.