
Casi todo bajo control
La detención de la pareja del periodista que destapó el 'caso Snowden' confirma el afán de censura de servicios de inteligencia
LONDRES. Actualizado: GuardarLa actividad de los usuarios de internet y todas sus comunicaciones pueden ser analizadas por los servicios de seguridad de Estados Unidos y Reino Unido porque las grandes compañías -Apple, Google, Microsoft, Fracebook, Yahoo,...- ofrecen a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos la información que solicita sobre sus clientes y el Cuartel General de Comunicaciones británico (GCHQ) intercepta los cables que transportan los intercambios de la red.
Los lectores de diarios de todo el mundo se han familiarizado en los últimos meses con los nombres de programas como Prism o Xkeyscore, diseñados por la NSA para la captación de correos y datos en internet. También con la revelación de que la misma agencia requiere a la compañía Verizon y a otras la lista de todas las llamadas de sus clientes, que luego puede escuchar en una investigación.
En Estados Unidos, un tribunal secreto decide sobre quiebras de la ley que protege la intimidad de sus ciudadanos. Esa corte ha tenido que desvelar que la libertad para espiar sin permiso judicial a cualquier extranjero se ha extendido a los nacionales docenas de miles de veces cada año. Son técnicamente difíciles de separar y las infracciones son muy pocas en el volumen general de intercepciones, dicen las autoridades. La NSA ha pagado millones a las grandes compañías para que afinen sus programas a las exigencias legales.
Ya se ha sabido que Estados Unidos intercepta comunicaciones de dirigentes de la Unión Europea, que Reino Unido obtuvo correos electrónicos y escuchó conversaciones telefónicas de países aliados en cumbres celebradas en su territorio. Pero la única persona que ha sido arrestada y está siendo investigada por un posible delito penal es un brasileño de 28 años a quien se le aplicó, el pasado domingo, un artículo de la ley antiterrorista y a quien le fueron confiscados los ordenadores, discos, teléfono,... que llevaba en un viaje de Berlín a Río de Janeiro con escala en un aeropuerto de la capital británica.
La detención de David Miranda en Londres es la primera que se produce desde que otro hombre de 29 años, Edward Snowden, contratado por la NSA como analista y residente en Hawai, estableciese contacto en enero con un periodista especializado en desvelar aspectos para él negativos del trabajo de los servicios de inteligencia, Glenn Greenwald, y con una autora americana de documentales, Laura Poitras.
El resultado del encuentro de los tres en Hong Kong, acompañados por un periodista de The Guardian, es la paulatina publicación, en el diario británico y luego en otros medios de Estados Unidos, Brasil, Alemania de artículos en los que se desvela la intercepción de comunicaciones a escala global. Snowden permanece asilado en Moscú y su supuesta fuga llevó en julio a la retención en Austria del avión del presidente de Bolivia, Evo Morales.
Tras la detención, el pasado domingo, de David Miranda, el director de The Guardian, Alan Rusbridger, ha revelado que hace un mes altos cargos del Gobierno y miembros de los servicios de seguridad le presionaron para que no publicase más documentos y el diálogo, que incluyó la amenaza de una denuncia ante los tribunales, desembocó en la destrucción de un ordenador que contenía archivos filtrados por Snowden.
Rusbridger ya advirtió que existen otras copias a los enviados de GCHQ, que fotografiaron la destrucción tras negarse el periódico a darles los archivos. Resulta imposible de creer que las autoridades británicas y sus aliados americanos, que les pagan por sus servicios, piensen que la única versión de todo el material es la que transportaba Miranda entre Berlín, donde reside Poitras, y Río, donde comparte vivienda con su pareja, Greenwald.
¿Objetivo cumplido?
Pero la respuesta de los estados americano y británico a las revelaciones está teniendo consecuencias. En los últimos días han cerrado dos empresas que ofrecían correo electrónico confidencial y seguro a sus clientes, Lavabit y Silent Circle. Sus propietarios están bajo amenaza de denuncias ante los tribunales y no creen que puedan ofrecer su servicio con garantía. También ha cerrado Groklaw, una publicación en internet especializada en noticias legales sobre compañías tecnológicas, incapaz de proteger la comunicación con sus fuentes.
Desde un punto de partida en el que las revelaciones de Snowden parecían indicar que los estados actúan de manera ilegítima, o incluso ilegal, contra sus ciudadanos, se ha pasado a un paulatino estrangulamiento de la posibilidad de enviar o recibir correos electrónicos encriptados con la seguridad de la confidencialidad. Y Rusbridger ha descrito como «un regreso de la Prensa al papel y al bolígrafo» la deriva de los últimos días.
GCHQ y NSA habrían querido exactamente eso, hacer más difíciles y también más lentas las comunicaciones entre quienes desvelan sus secretos. Internet filtra sus datos a los gobiernos, el transporte por periodistas de ordenadores y discos con información molesta puede llevar a la detención por sospecha de terrorismo. Poitras ha advertido que, si logran acallarles, pasará todos los archivos a Julian Assange, el patrón de Wikileaks, que vive desde hace más de un año asilado en la embajada de Ecuador en Londres. «Y entonces tendrán que tratar con él», sentenciaba.