El gaditano Pérez Mota, triunfador numérico del ciclo. :: L. V.
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La faena de El Cid al toro 'Importante' de Buenavista, lo más destacado de El Puerto

El gaditano Pérez Mota, con cinco orejas cortadas, se erige en el gran triunfador numérico de la temporada portuense

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Un bochornoso baile de corrales y un no menos vergonzoso parte facultativo de última hora, constituyeron los inquietantes preliminares de la corrida que el pasado domingo ponía fin a la temporada portuense. Hasta nueve reses del hierro anunciado de Núñez del Cuvillo fueron rechazadas, por lo que el encierro hubo de completarse con dos ejemplares de La Palmosilla. Sin constituir, ni mucho menos, una tarde redonda, este accidentado festejo postrero sirvió para que un rejuvenecido Finito de Córdoba pudiera deleitar con pinceladas de su elegante tauromaquia y para que el francés Sebastián Castella y el gaditano Pérez Mota salieran a hombros por la puerta grande de la Plaza Real. Precisamente, ambos se erigen en los triunfadores numéricos del ciclo, el de El Bosque tras cortar cinco orejas y Castella con la consecución de cuatro trofeos. De tres comparecencias ha disfrutado el torero serrano, dos de ellas en calidad de sustituto, en las que ha confirmado las positivas sensaciones dejadas la temporada anterior con un toreo de mucho temple, relajo y plasticidad. Su primer paseíllo lo verificó en la corrida inaugural, de la que resultaría triunfador tras lidiar un interesante encierro santacolomeño de Ana Romero, dos de cuyos ejemplares fueron premiados con la vuelta al ruedo. Aunque en un tono menor, también triunfó esa tarde el jerezano Caro Gil, mientras que el local Diego Hermosilla se fue de vacío. Por su parte, Castella fraguó sus éxitos en esforzadas faenas ante toros de media casta, en las que mostró su arrebatada tauromaquia de estoico estatismo, que tanto entusiasma a los públicos. En su primer festejo cortó una oreja a sendos toros de Zalduendo, que resultaron muy nobles pero escasos de raza y poder. Esa misma tarde, Enrique Ponce no encontró enemigo propicio y a Pérez Mota se le esfumó el triunfo por la espada.

Al margen de lo cuantitativo, el momento álgido del verano taurino portuense se vivió la tarde del 10 de agosto, cuando un inspirado Cid supo estar a la altura de la encendida raza, prontitud y boyantía de 'Importante', bravo ejemplar del hierro de Buenavista que resultaría indultado. Antes de tan singular episodio, El Cid ya había destacado por la firmeza y decisión demostradas ante las dificultades planteadas por su primer enemigo. Porque, salvo el indulto reseñado, la tónica del encierro de la vacada sevillana fue la brusquedad y el descastamiento. Ángel Puerta tomó la alternativa esa tarde y logró cortar la oreja al toro de ceremonias, al tiempo que el testigo, Jiménez Fortes, anduvo con pocas opciones y un tanto a la deriva.

El acontecimiento esperado de la temporada estaba fijado para el domingo, 4 de agosto, para el que se anunciaba el celebrado mano a mano entre Morante y Manzanares. Con la plaza casi llena y un gran ambiente de toros en la ciudad, al menos hay que celebrar que el resultado artístico ofrecido por la corrida no fuera decepcionante. Algunos toros de Juan Pedro Domecq, al límite de la casta y de la fuerza, desplegaron la movilidad necesaria para que el torero alicantino escribiera una página más del extenso capítulo de sus éxitos en El Puerto. Se erigió en triunfador del festejo tras cortar dos orejas y cuajar una portentosa actuación frente al cuarto de la tarde. Animal éste, al que, un Morante carente de suerte en su lote, dibujó la verónica en un quite que embriagó a la plaza con el aroma del toreo puro y añejo.

La única cita con el toreo ecuestre presentó este año un cartel compuesto por rejoneadores de la segunda línea del escalafón. Se lidió un desigual encierro de Jódar y Ruchena frente al que Andrés Romero resultó triunfador, superando a sus compañeros Joao Moura y Noelia Mota. Una sola fue también la novillada anunciada, en la que el juego ofrecido por los nobles utreros de Rocío de la Cámara resultó muy dispar. Al mejor de ellos, el cuarto, se le pidió con insistencia un indulto, que el presidente, con acertado criterio, no concedió. Este novillo le correspondió al madrileño Gómez del Pilar, que le cortaba las dos orejas y se erigía así en el triunfador del festejo.