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Matanza con gas sarín en Siria
La oposición denuncia 1.300 asesinatos a manos del régimen en un ataque con armas químicas a las afueras de Damasco
Actualizado: GuardarSolo el horror consiguió retratar ayer en Siria la crueldad de una guerra que no entiende de límites. Cientos de muertos, decenas de ellos niños -algunos incluso de apenas unos pocos meses-, daban testimonio del drama que asoló la localidad de Ghuta, en la periferia de Damasco. La oposición apunta a al menos 1.300 muertos en una nueva matanza. Pero hasta la elevada cifra de víctimas palidece ante la denuncia de que no fue tan sólo un bombardeo. Proyectiles lanzados desde el aire cargados de gases neurotóxicos habrían resultado el arma empleada por el régimen para ahogar las voces del bastión rebelde.
Las fotografías y la veintena de vídeos divulgados por los detractores del presidente, Bashar el-Asad, no parecen albergar lugar a dudas. A diferencia de las grabaciones vistas hasta ahora, los fallecidos no muestran heridas de bala, ni impactos de metralla en su piel. En cambio, sí se perciben restos de espuma en la boca mientras algunos heridos sufren convulsionan tendidos en el suelo y aquejados de problemas respiratorios. «Esto es una agresión internacional. Nos mata Naciones Unidas mediante su pasividad, nos mata EE UU por su falta de apoyo, nos matan los países que se llaman 'libres', nos matan los países árabes, nos matan nuestros amigos», arremetió el portavoz de la opositora Coalición Nacional Siria, George Sabra.
La desolación vivida en Ghuta se volvió especialmente frustrante ante el hecho de que a apenas diez kilómetros se encuentra el hotel donde residen los enviados de la ONU encargados de verificar el uso de armas químicas. De nada sirvieron los constantes llamamientos para que acudieran a la zona a comprobar lo ocurrido, la delegación de expertos no pudo desplazarse al lugar por carecer del permiso de las autoridades de Damasco. La delegación, llegada al país hace apenas cuatro días, debe contar en todo momento con la supervisión del régimen para moverse por el territorio y no podrá señalar a un posible culpable.
Difícil evacuación
Mientras la oposición emplazaba a actuar de inmediato a la comunidad internacional, la desesperación se abría paso sobre el terreno. La evacuación de los afectados por el ataque en Ghuta se tornó prácticamente imposible. Vecinos de la localidad reconocieron que, instantes después de la operación, comenzó una serie de ataques con misiles tierra-tierra. Aquellos que pudieron ser trasladados a un hospital cercano tampoco corrieron mejor suerte. Las autoridades sanitarias se esforzaban por prestar asistencia a los heridos en medio de una extrema falta de infraestructuras y de medicamentos para contrarrestar los efectos del supuesto gas sarín que algunos facultativos identificaron «por la forma en la que mujeres y niños murieron en sus casas».
A pesar de admitir que carece de datos suficientes, el portavoz de la Coalición Nacional Siria subrayó que «no es la primera vez que ocurre un crimen de este tipo». Siria es de hecho uno de los siete países que no ha firmado la Convención sobre Armas Químicas de 1997. Aun así, Sabra apuntó que la diferencia en lo ocurrido en Ghuta reside en la intención de El-Asad de exterminar a la población. «Los crímenes de hoy (por ayer) constituyen un punto de inflexión en las operación del régimen. Esta vez lo ha hecho para aniquilar, más que para sembrar el terror», aseguró el dirigente opositor.
El Ejército, en cambio, negó tajantemente el uso de armas químicas y tildó las denuncias de «categóricamente falsas». En opinión de la comandancia general de las Fuerzas Armadas, «todas las alegaciones no son sino un intento desesperado por encubrir sus derrotas sobre el terreno y reflejan su estado de histeria y fracaso». Así de rotundos se mostraron en un comunicado difundido a a través de la televisión estatal. Por su parte, el Ministerio de Exteriores sostuvo que «estas mentiras eran predecibles y únicamente intentan distraer al equipo de la ONU de cumplir su misión».
Son pocos los que a estas alturas confían en que los enviados de Naciones Unidas consigan destapar la utilización de armas químicas en el enrevesado entramado de represión tejido por El-Asad. No obstante, el equipo tiene previsto acceder a la ciudad de Jan al-Asal, en la provincia de Alepo, donde el régimen asegura que 26 personas perdieron la vida en marzo en un supuesto ataque rebelde con gases letales. La guerra, entretanto, continúa su curso sangriento y mientras el Ejército promete traer «dentro de poco muy buenas noticias al pueblo», en la memoria de Occidente retumban los más de 100.000 muertos en 30 meses de conflicto.