Apuntes

No puede ser un simple berrinche

Llegados a este punto, el Gobierno español no puede dar marcha atrás en la respuesta anunciada a las últimas acciones de la Roca

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Después de elevarse unos cuantos grados el clima de tensión que asfixia la frontera que separa la Roca con La Línea y llamar la atención de la Unión Europa sobre las largas esperas para cruzar el paso fronterizo, el conflicto de Gibraltar no puede quedarse en un nuevo berrinche que nos haga olvidar los múltiples problemas que tenemos en nuestra propia casa. Gibraltar se merecía hace tiempo una dedicación política plena, una reivindicación internacional para que las ventajas fiscales de ese pequeño rincón, no terminaran anclando el desarrollo de una comarca española -como así ha ocurrido- ni fueran aprovechadas por piratas evasores. No es cuestión de nacionalidades ni banderas. Si los gibraltareños quieren seguir bajo el paraguas de la Gran Bretaña es su legítima decisión ya expresada varias veces en las urnas. Aquí lo que se dirime es una cuestión de buena convivencia entre dos vecinos; una convivencia que no debería haber pasado nunca por dejar hacer, a cambio de los tan cacareados puestos de trabajo que genera la colonia para La Línea. Este municipio presenta una de las peores cifras de desempleo de una provincia ya de por sí arrasada por el paro. La colonia no ha servido de motor para esa zona.

Para sangrar aún más la herida, la flota pesquera local no puede faenar donde siempre lo hizo por unos bloques de hormigón. La respuesta desde la Roca es que esas aguas son suyas y lanzan lo que quieran. No debe sorprenderles, por tanto, si a ese gesto se les responde con controles férreos en terreno nacional. Llegados a este punto, dar pasos atrás o cerrar en falso el tema, sólo serviría para exportar la imagen de una España débil en la defensa de sus intereses.