Objetivo: acabar con los Hermanos Musulmanes
Las fuerzas de seguridad desalojan en una espectacular operación la mezquita Al-Fatah, que concentraba a partidarios del expresidente Mursi Las autoridades interinas caminan con paso firme hacia la ilegalización del «grupo terrorista» de la Cofradía
EL CAIRO. Actualizado: GuardarLa herida abierta por los brutales asaltos del miércoles contra las acampadas islamistas de El Cairo sigue sin cicatrizar. Hay más de 800 muertos, según datos oficiales que elevan a 173 los que se han registrado solo entre el viernes y ayer, y se ha detenido a un millar de seguidores de los Hermanos Musulmanes. Los últimos arrestos se practicaron en el barrio de Ramsés del centro de la capital, donde cientos de simpatizantes del expresidente Mohamed Mursi se atrincheraron la noche del 'viernes de la ira' en la mezquita de Al-Fatah. Tras perder las plazas de Rabaa al-Adawiya y Nahda, la Hermandad intentó abrir un nuevo foco de protesta en este punto neurálgico de El Cairo, pero las fuerzas de seguridad volvieron a recurrir a la fuerza para impedirlo y practicaron un desalojo espectacular que se inició con la entrada desde el minarete de un grupo de las fuerzas especiales que descendió en un helicóptero.
Ramsés fue por segundo día consecutivo el lugar más caliente del país y entre los caídos en los choques ocurridos en esta plaza se encuentra Emar Mohamed Badía, hijo del líder espiritual de la Cofradía, Mohamed Badía, en estos momentos en paradero desconocido, pero sobre cuya cabeza pesa una orden de búsqueda y captura. Una situación similar a la del resto de la cúpula de un grupo islamista que ha pasado de dirigir el país a estar en la clandestinidad. Cada día que pasa desde el golpe que derrocó a Mohamed Mursi el 3 de julio sirve para reforzar la teoría del Gobierno interino de que el país se encuentra en «guerra contra el terrorismo» representado por los Hermanos Musulmanes.
El asesor presidencial para Asuntos Políticos, Mustafa Higazi, aseguró que el pueblo egipcio salió a las calles en masa para levantarse contra el «fascismo teocrático» de la Hermandad y acusó a los manifestantes islamistas que piden la restitución del depuesto presidente de ser «fuerzas extremistas». Un discurso cuyo próximo paso adelante puede ser la ilegalización del grupo islamista, un punto que ya está discutiendo la autoridad provisional según reveló el portavoz del Gobierno, Sherif Shawky, quien aclaró que el primer ministro Hazem Beblaui ha pedido al ministro de Asuntos Sociales que «estudie» esta posibilidad.
«No hay otra solución si no están dispuestos a dejar las armas, no podemos aceptar que grupos terroristas participen en la vida política del país», asegura el miembro de Tamarrod (rebelión), Ahmed Abd Rabou. Este banquero de 24 años forma parte del movimiento que dinamizó las protestas del 30 de junio y piensa que los últimos acontecimientos sangrientos vividos en el país han sido «una obligación, había que acabar con las acampadas por las buenas o por las malas porque allí se estaban formando células muy peligrosas».
La misma opinión que comparte la minoría copta, que representa a un 9% de los ochenta millones de egipcios aproximadamente, cuyo patriarcado colgó un comunicado en su página web para expresar su apoyo a las nuevas autoridades en su lucha contra «grupos armados» y el «terrorismo» dentro y fuera de Egipto. La ira islamista se ha cebado con los cristianos, a quienes acusan de ser uno de los pilares del golpe. 49 iglesias han sido quemadas y decenas de instituciones cristianas han sufrido ataques a lo largo del país.
«Desprecio por la vida»
En el otro extremo, la Hermandad mantiene el llamamiento a participar en machas diarias de protesta en lo que han bautizado como la 'semana de la ira', pero piden a sus seguidores que se manifiesten de forma pacífica.
La organización Amnistía Internacional (AI) hizo público ayer un informe que reúne testimonios sobre el «desprecio a la vida humana» que a su juicio han mostrado las fuerzas de seguridad en sus enfrentamientos con los partidarios de Mursi. El director del programa de Oriente Medio y Norte de África de AI, Phlip Luther, aseguró que «si bien algunos manifestantes usaron la violencia, la respuesta de las autoridades fue gravemente desproporcionada». La organización exigió «con urgencia una investigación completa, imparcial e independiente».
Farouk Abdul Menem, electricista de 70 años, sigue los acontecimientos de los últimos días desde su pequeño comercio en la céntrica calle El-Falaki. En la puerta de su comercio conserva una foto de Mohamed Mursi, la única quizás que se puede ver intacta en todo el centro de El Cairo, porque «todo lo que está pasando me recuerda demasiado a lo vivido con Nasser. La gente se deja llevar por la propaganda de los medios, no soy de la Hermandad, pero me niego a que se repita la historia y que Egipto vuelva a manos de los militares, porque ellos no dejarán el poder en décadas como ya nos demostraron».
Esta comparación entre el general Abdul Fatah Al Sisi, actual jefe del Ejército, y el legendario Gamal Abdel Naser suena cada vez con más fuerza entre los partidarios de un golpe cuyo fin último está demostrando que es descabezar a los Hermanos Musulmanes, lo mismo que ya intentó Naser en los años sesenta.