EE UU y Rusia, condenados a entenderse
El 'caso Snowden' mina la relación entre ambas superpotencias, que reeditan la Guerra Fría
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarSi hay algo que Vladimir Putin odia es que le recuerden su pasado como lugarteniente de la KGB y le tachen de reliquia de la Guerra Fría. Son esas dos palabras envenenadas las que Barack Obama ha usado repetidamente esta semana para referirse a él al acusarle de caer «en la mentalidad de la Guerra Fría», repitió para irritación de su colega ruso. «Lo que le digo es que eso es pasado y nosotros tenemos que pensar en el futuro», dijo el miércoles al humorista Jay Leno. Y es que los días del idilio ruso, en que su Gobierno presumía de «apretar el botón de reinicio» con Rusia, se acabaron con Dmitri Medvédev. Alguien que a su juicio entendía que había que dejar atrás el antagonismo del pasado, no como Putin, «que tiene un pie en las viejas formas de hacer negocios y otro en las nuevas».
Esto último lo dijo en julio de 2009, sin saber que cuatro años después volvería a encontrárselo en el poder. «Es cierto que en mis primeros cuatro años de Gobierno, trabajando con el presidente Medvédev hicimos grandes progresos», recordó nostálgico el viernes, «pero también es cierto que desde que el presidente Putin ha vuelto al poder hemos visto en el lado ruso más retórica antiamericana que explota los estereotipos de la Guerra Fría entre EE UU y Rusia. Yo le aliento a que mire hacia adelante», dijo.
Le ha llevado menos de un año ratificar que no hay entendimiento posible con ese presidente al que George W. Bush dijo haber mirado a los ojos y ver su alma. Putin y Bush regalaron al mundo continuas muestras de camaradería, pero nunca alcanzaron ningún acuerdo concreto. Obama y Medvédev, sin embargo, metieron a Rusia en la Organización Mundial del Comercio (WTO), firmaron un nuevo acuerdo START para reducir el arsenal nuclear y apuntalaron a Irán con sanciones conjuntas.
En marzo del año pasado un micrófono abierto recogió inadvertidamente la complicidad entre ambos y el recelo de Obama ante la vuelta de Putin. «En todos esos temas, pero particularmente en lo de la defensa antimisiles, todo se puede arreglar», le dijo, «pero es importante que me dé espacio. Estas son mis últimas elecciones. Después tendré más flexibilidad».
La mejor coartada
Su rival, Mitt Romney, utilizó aquella confidencia a micrófono abierto para anticipar «un período de debilidad» frente a Rusia. Romney se equivocó, en esto y en otras muchas cosas, como ya demostró su contundente derrota electoral. Obama ha concluido que no podrá sacar nada adelante con Putin y ante esa certeza ha decidido cortar amarras con el presidente de la Federación Rusia, al que si algo molesta más que ser asociado con la Guerra Fría es que el líder del mundo libre le haga parecer irrelevante.
Esa es la sensación que ha dejado en Rusia la decisión de Obama de no reunirse con su presidente durante la visita que hará a San Petesburgo para la cumbre del G-20. Públicamente el Kremlin lo atribuye al asilo político que ha otorgado a Edward Snowden, delator del programa de espionaje estadounidense. En privado el Gobierno ruso sabe que el joven informático le ha proporcionado la mejor coartada posible para salvar la cara ante unas relaciones tan agotadas que solo podían acabar en divorcio.
Y por si alguien tenía dudas de que es una cuestión personal, Putin lo ha dejado muy claro al enviar un telegrama de buenos deseos a Bush, tres días después de que se operase, pero al día siguiente de que la Casa Blanca cancelase la reunión.
Obama asegura sin convicción que «las relaciones no son malas». «Cuando tenemos conversaciones, son francas y directas, a menudo constructivas». Todos los expertos en política internacional se llevaron las manos a la cabeza. «En lenguaje diplomático, eso es código para decir que son muy malas», interpretó rápidamente Andrea Mitchell, jefa de noticias internacionales de NBC.
Todo el mundo tenía en la cabeza la foto del último encuentro de Obama y Putin en Irlanda del Norte durante la cumbre del G-8, una semana antes de que Snowden aterrizara en Moscú. Según 'The Washington Post', «resume a la perfección las relaciones entre ambos», por la cara de hastío y aburrimiento que muestran. «Ya sé que a la prensa le gusta centrarse en el lenguaje corporal», admitió Obama, «cuando tenemos conversaciones a veces son productivas», insistió.