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Rohani tiende la mano a Occidente
Inicio conciliador del presidente iraní, que busca aligerar las sanciones por el programa nuclear
Actualizado: GuardarLa salida de Mahmoud Ahmadineyad de la primera fila de la escena política de la república islámica ha traído cierta sensación de tranquilidad tanto en Irán como en el extranjero. Hasán Rohani tomó posesión como nuevo presidente frente a un Parlamento ante el que pronunció un primer discurso centrado en la urgencia de mejorar el legado recibido de manos de Ahmadineyad, que no acudió a la Cámara con la que ha mantenido graves enfrentamientos en los últimos meses de mandato. Rohani, el clérigo de 65 años y ex negociador nuclear del país, tendió la mano a Occidente para mantener «una interacción constructiva y en pie de igualdad», una de las claves para intentar mejorar la grave crisis que sufre su país, maniatado por las sanciones impuestas para detener el avance de su programa nuclear.
Estados Unidos y Europa desconfían de los fines civiles de esta iniciativa y, para superar el escollo, el nuevo presidente de Irán piensa que «la transparencia es la llave para abrir las puertas de la confianza». Una medida que está dispuesto a poner sobre la mesa si, en correspondencia, la comunidad internacional cambia de actitud, porque «no se puede vencer a los iraníes sometiéndolos a sanciones o amenazándolos con la guerra». Una alusión directa a la estrategia del palo y la zanahoria empleada hasta ahora, sin éxito, por el grupo del 5+1 (formado por EE UU, Reino Unido, Francia, China, Rusia y Alemania) en las negociaciones nucleares.
La república islámica exige «un diálogo desde una posición de igualdad» para resolver un contencioso que la única vez que ha estado a punto de solventarse fue cuando el propio Rohani era negociador y pactó en 2003 congelar temporalmente el enriquecimiento de uranio. Javier Solana, que fue Alto representante del Consejo para la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea en aquellos días, ha figurado entre los cincuenta dirigentes internacionales que acudieron a la toma de posesión de Rohani, entre ellos diez presidentes, según destacó la agencia Irna.
En el país de los gestos no pasó desapercibida la puesta en escena del nuevo presidente, que entró al Parlamento acompañado de Hashemi Rafsanyani, presidente entre 1989 y 1997 y al que los expertos apuntan como el auténtico poder en la sombra tras un mandatario que hasta su victoria en las urnas el 14 de junio se mantenía en segunda fila de la escena política nacional.
Vuelta a la normalidad
El segundo gran gesto vino de la mano del protocolo y en la ceremonia oficial de investidura intervinieron antes del discurso de Rohani los jefes del Parlamento y el Poder Judicial, los hermanos Alí y Sadeq Amoli Lariyani, hombres de total confianza del Líder Supremo y enemigos acérrimos del presidente saliente. Otra señal de que las cosas volverán a su ser tras la última etapa rebelde de un Ahmadineyad al que los conservadores acusan de haberse desviado de las tesis de Jamenéi. Rohani tiene el altavoz de la presidencia para lanzar mensajes, pero las decisiones de verdad en el país son cosa del Líder Supremo.
El peso de las referencias a la comunidad internacional eclipsó la política doméstica, en la que Rohani aseguró que «el pueblo quiere un cambio y mejoras, la gente quiere mantenerse alejada de la pobreza y la discriminación». De nuevo alusiones a la grave situación económica que sufre el país, con un 40% de inflación y la venta de su crudo bloqueada por Washington y Bruselas.