«Tengo un nivel de exigencia conmigo mismo que roza la obsesión»
El artista recibe un homenaje en el Festival del Cante de las Minas, donde hace veinte años se conviritó en una estrella del flamenco Miguel Poveda Cantaor
LA UNIÓN. Actualizado: GuardarLe comento al cantaor Miguel Poveda, que es un milagro diario y que es genial:
-Por fortuna, aquella camisa innombrable de lunares que lució la noche en que ganó la 'Lámpara Minera' [en 1993] pasó a mejor vida.
-[Risas] ¡Gracias a Dios, sí! ¡Era fuerte la camisa, vaya que si era fuerte! Pero fue la camisa con la que empecé una vida totalmente nueva aquella noche, porque yo no había vivido nada o casi nada hasta entonces. Era un ingenuo total. Me había pasado prácticamente la vida encerrado en una habitación escuchando música.
Miguel Poveda. Ya saben que da igual lo que cante: si canta Miguel Poveda es una bendición. Y si no que se lo pregunten a María Dolores Pradera, que acabó envuelta en lágrimas de emoción cuando grabó con él, tras invitarle a participar en su disco 'Gracias a vosotros', la clásica 'Fina estampa'. O que se lo pregunten a Alejandro Sanz, quien durante su último concierto multitudinario en el Palau de la Música de Barcelona, interpretó junto a él 'Cuando nadie me ve' y le pasó exactamente lo mismo que al público: se le erizaron la piel y los cinco sentidos. Canta Miguel Poveda y la vida es mejor. Más agradable. Te canta desde el corazón del invierno y te quita el frío. Canta en primavera y hasta 'El jardín de las delicias' de El Bosco se revoluciona vivo. Dejó mudo a Almodóvar cantándole la zambra 'A ciegas', y tiene enamorados a los grandes del flamenco y de la copla, lo que incluye nada menos que, entre otros, a ¡Paco de Lucía, Rancapino y doña Marifé de Triana!
Y eso pasa porque Miguel Poveda, que nació en Barcelona en 1973 y lleva en sus venas sangre murciana, canta como los ángeles del infierno, y los demonios del cielo, hasta las tablas de multiplicar si se lo propone. El cantaor, que en 1993 puso La Unión boca abajo cuando conquistó la Lámpara Minera, y que 20 años después recibe un rendido homenaje del Festival Internacional del Cante de las Minas, se subirá de nuevo, el martes, al escenario del Antiguo Mercado Público, para cortar la circulación de las venas de los espectadores.
La vida, abierta en canal; eso ofrece en sus conciertos Miguel Poveda, quien sigue aprendiendo y, según dice, aún no ha conseguido «ser un experto en nada»: «Me gustaría ser un experto en calar a la gente de entrada, porque ¡vaya tela lo que uno se encuentra por el mundo! Yo soy muy tonto; voy siempre con el corazón en la mano y no tengo vista para elegir a la gente. Luego, eso sí, conservo las amistades de toda la vida. También me gustaría ser un experto en, por lo menos, intentar ser el mejor en todo. Sé que no lo voy a ser, pero si por lo menos lo intento, algo conseguiré».
No hay actuación suya -incluida la histórica, en junio pasado, en una Plaza de las Ventas que se volvió loca- que no agote todos los elogios conocidos. «No me quedo embobado con los elogios», dice el cantaor, «porque sé que corres el riesgo de perder el norte. Los utilizo para motivarme y seguir trabajando, nada más. Si empiezas a sentirte especial, acabas por salir a la calle sacando pecho, y yo voy por la calle como cualquier persona, porque soy cualquier persona. Los elogios son muy golosos, pero ¡cuidado con ellos!». Se lo dijo a Poveda nada menos que doña Marifé de Triana, La Loba, y -claro- se le humedecieron los ojos (que no son verdes) y se le heló el corazón. «¡Tú eres de otro planeta, Miguel, eres un artista extraterrestre que ha venido a la Tierra a traernos felicidad!», fue su piropo tras acabar de escuchar, sin apenas parpadear, 'Coplas del querer'.
Mañana, Poveda recibirá el Homeaje de La Unión. Al público que acuda al Antiguo Mercado Público, que estará lleno a reventar, les promete altos vuelos, alto voltaje, pasiones encendidas, alguna lágrima y mucho gozo. Aclamado, premiado -entre otros reconocimientos, en 2007 recibió el Premio Nacional de Música-, respetado y querido con toda la razón de su parte, no hay ser vivo bajo el sol que se le resista.
Pero, lógicamente, algo hay que le hace una especial ilusión: que se le rinda homenaje en esta 53 edición del Festival de La Unión, que pregonó con exquisito buen gusto el periodista y poeta Antonio Lucas. Dice Poveda: «Siempre he estado muy ligado a La Unión, ¡pero de ahí a que te dediquen el Festival! Me produce un vértigo horroroso y me emociona mucho que La Unión me rinda homenaje. Quiero ofrecer un concierto muy especial, un concierto del que no nos olvidemos nunca ni el público ni yo».
Hace ya 20 años de la 'Lámpara Minera', «y del chaval que fui no queda nada, no me siento ya identificado con él. He cambiado muchísimo, mi vida ha cambiado por completo. Lo que sigue igual que entonces son las ganas que tengo de cantar bien, las ganas de gustar al público, las ganas de escenario, las ganas que no se me acaban de aprender más y más. Tengo 40 años, he viajado muchísimo, he tenido muchísimas experiencias, ha cambiado mi personalidad y hasta he cambiado de ciudad para vivir (Sevilla es ahora su casa). Todo cambia, menos la pasión por el cante, que no se agota ni lo más mínimo. Pero, claro, me han dado muchos palos y eso me ha hecho ser un poquito más fuerte. Lo importante es que hago lo que me gusta, y eso para mí es ya motivo de alegría. A través de la música puedo comunicarme y estar en contacto con la gente, que me encanta. Me encanta acariciar los corazones de las personas y que la gente me acaricie el corazón a mí. Eso es un privilegio».
Pulsaciones
«Por un lado, cada vez soy más frágil; y, por otro, cada vez más fuerte», explica Poveda. «Cada vez -añade- me afecta mucho más enfrentarme al dolor, al sufrimiento, porque sé lo que es y conozco bien que las cosas profundas del alma duelen muchísimo. He pasado ya por situaciones muy feas y dolorosas, y cuando veo venir otra me da pánico. Pero también es cierto que he comprobado que, cuando me levanto, me levanto más fuerte».
«Antes de salir a cantar», reconoce, «a mí el corazón se me sale del pecho, se me disparan las pulsaciones y tengo la impresión de que voy a explotar. Tengo un nivel de exigencia conmigo mismo que tengo claro, desde hace ya mucho tiempo, que roza la obsesión absoluta. Y cada vez es mayor, cada vez es más extremo, no quiero por nada del mundo defraudar ni a una sola de las personas que vienen a verme con una ilusión grandísima». Él conoce bien en qué consiste esa ilusión: «Como también yo soy fan y seguidor de muchos artistas, sé la ilusión con la que se va a los conciertos de la gente que te encanta».