Varios seguidores del depuesto presidente egipcio Mohamed Mursi trasladan a un herido ayer en El Cairo. :: ASMAA WAGUIH / REUTERS
MUNDO

La balas ahogan la resistencia en Egipto

Los Hermanos Musulmanes denuncian la muerte de 65 seguidores a manos de las fuerzas de seguridad

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La hoja de ruta impuesta por los militares en Egipto avanza por la fuerza. Las acampadas de los grupos que se oponen a aceptar el golpe contra Mohamed Mursi, liderados por los Hermanos Musulmanes, son el mayor problema para intentar recuperar la normalidad en las calles pero acabarán «muy pronto, nos estamos coordinando para elegir el momento y la manera adecuada de hacerlo», adelantó el ministro de Interior, Mohamed Ibrahim. Un aviso difundido en los medios públicos mientras en el hospital de campaña de Rabaa al-Adawiya, la principal acampada de la Hermandad en El Cairo, hacían el recuento de víctimas de una nueva noche de enfrentamientos, la más sangrienta desde el golpe. Los servicios sanitarios trabajaban sin descanso en el interior de una escuela coránica reconvertida en centro de salud y, a pocos metros, cientos de voluntarios reforzaban las barricadas para estar listos ante el asalto final anunciado por el responsable de Interior.

A las dos de la mañana comenzaron a llegar las primeras víctimas y el rosario de muertos y heridos duró más de diez horas. Los médicos tenían fresca la experiencia del 8 de julio cuando 53 personas murieron a las puertas del vecino cuartel de la Guardia Republicana, pero esta vez la matanza resultó aún mayor. Fuentes médicas de Rabaa al-Adawiya elevaron a 65 los muertos y 700 los heridos, la mayoría víctimas de «disparos de bala en la cabeza, el cuello y el pecho».

El portavoz de los Hermanos Musulmanes, Gehad el-Haddad, subrayó que «no están disparando a herir. Están disparando a matar». Además de los caídos en Rabaa, el Ministerio de Sanidad confirmó la recepción de 38 fallecidos en sus hospitales de la capital.

Grupos de matones

La Hermandad acusó a las fuerzas de seguridad de actuar junto grupos de 'baltagiya' (matones a sueldo) y abrir fuego contra sus seguidores que «protestaban de forma pacífica». La versión oficial, sin embargo, asegura que los islamistas se enfrentaron a los vecinos de un barrio aledaño y que las fuerzas de seguridad se interpusieron.

El Ministerio de Interior defendió la actuación de la Policía, que «como todas las fuerzas encargadas de mantener el orden en las manifestaciones o disturbios, no emplean otro armamento más que los gases lacrimógenos», según su portavoz, Hany Abdelatif, para quien los culpables de la violencia fueron «los Hermanos Musulmanes», que buscaron «echar a perder la jornada de protesta del viernes» convocada por el general Abdul Fatah el-Sisi. La Policía detuvo además a 73 personas en los choques.

Las manifestaciones multitudinarias del 30 de junio fueron el argumento empleado por El-Sisi para derrocar a Mohamed Mursi y la respuesta de los «egipcios honorables» a su llamamiento para movilizarse el viernes para respaldar «una probable lucha contra el terrorismo», le dio luz verde para acabar con la resistencia de los Hermanos Musulmanes en las calles. Esta resistencia se equipara al «terrorismo» para las nuevas autoridades y los grupos que apoyan la caída del Gobierno islamista. La Agencia Central de Movilizaciones Públicas y de Estadísticas calculó la participación en las marchas anti Mursi del viernes y estimó que unos 35 millones de personas salieron a las calles, recogió el diario Al Masry al Youm.

Uno de los pilares del golpe es la minoría copta, que representa aproximadamente al 9% de los ochenta millones de egipcios, que «ahora se siente segura», afirma Ebram Louis, fundador de la Asociación para las Víctimas de Abducciones y Desapariciones Forzosas (Avaed, por sus siglas en inglés). Louis pide «la detención inmediata de los líderes de la Hermandad y el final de las acampadas. Urge comenzar la construcción de Egipto, redactar la nueva Constitución para un país moderno, no solo unas simples enmiendas, Egipto precisa una nueva Carta Magna para un futuro mejor para sus ciudadanos».

Los que no quieren pasar página son los islamistas, excluidos de una vida política que controlaron durante el último año tras sus victorias electorales. Pese a la inminencia del asalto contra las acampadas y la posibilidad de nuevos baños de sangre, la Cofradía quiere mantener el pulso en las calles como último recurso para intentar recuperar el poder que le dieron las urnas.