La mujer a la que no aplastó el vagón
SANTIAGO. Actualizado: Guardar«La conocíamos todos a la pobre. Estaba paseando con su perrillo blanco y le cayó el vagón encima. Vivía ahí mismo, en esa casa que tiene las ventanas cerradas». Se explica una vecina del barrio de Lamas de Abade, en Santiago, a menos de un kilómetro de la curva de A Grandeira. En el adosado, nadie responde a la llamada del timbre, pero después de un rato largo abre Manuel Gulín.
-Vienen por lo de mi mujer.
-Sí...
-Pues espérese, que está en el salón poniéndose las gotas de las cataratas.
Gene Rodríguez, es menuda y tiene 84 años, pero está muy lejos de estar muerta. Tiene el pelo teñido de dorado, lleva un vestido azul y saluda a todos como sí los volviera a encontrar. Como sí viera el mundo de nuevo. Hasta esa escena del viernes por la mañana, Gene no sabía que era la fallecida más viva del accidente de Santiago y que cuando la veían de lejos, los vecinos la miraban como una aparición. Su mejor amiga había llegado el viernes a su casa para darle el pésame a Manuel, y se encontró con Gene. A la puerta de su casa, ella y su perro 'Lord' reparten abrazos, lágrimas y besos, pero el bulo que se armó acerca de la muerte de la primera víctima que no iba en el tren es un alud difícil de parar. Todos en la calle comentaban la mala suerte de que el vagón número cinco se la hubiera llevado por delante.
Muchos vecinos conocían a alguien que la había visto segundos antes de que el tren arrasara la plaza del barrio y otros prometían que habían visto levantar su cadáver. Gene estaba en casa en ese momento. Los únicos que negaban que Gene contara entre las víctimas se aferraban a que 'Lord' es blanco y el perro de la víctima era negro.
Cuando se fue desmontando la esquela de la buena de Gene, la leyenda no desapareció, sólo se transformó. «Lo que ocurrió fue que un coche de los periodistas atropelló a una chica», aseguraba Pilar Giadas. Afortunadamente, no ocurrió nunca.