El papa Francisco y la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ayer en el aeropuerto de Río de Janeiro. :: PILAR OLIVARES / REUTERS
Sociedad

El Papa alerta del riesgo de una «generación perdida» de jóvenes que nunca tendrá trabajo

Francisco llega a Brasil con protestas sociales desde el primer día a las puertas de su encuentro con la presidenta Rousseff

RÍO DE JANEIRO. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Francisco se subió ayer al vuelo de Alitalia rumbo a Río de Janeiro con un viejo maletín negro en la mano izquierda, una imagen insólita más por su normalidad, porque hasta ahora era impensable ver al Papa cargando con sus cosas. Tampoco quiso una butaca especial ni una cama en el avión, el inicio de una serie de correcciones que probablemente a partir de los próximos viajes llegarán al propio modelo de desplazamiento y al séquito papal. Así comenzó un viaje rodeado de expectación, por ser el primero y además a su tierra, Latinoamérica, que durará hasta el domingo. Bergoglio llegó a la ciudad carioca a las cuatro de la tarde, las nueve en España. Antes que nada visitó la catedral y no tuvo su primer discurso hasta pasadas las diez de la noche, hora europea y al cierre de esta edición, en el encuentro con la presidenta brasileña Dilma Rousseff.

Pero ya antes, en el avión, el Papa conversó con los 68 periodistas que le acompañan y, ante las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) de Río, se mostró sobre todo preocupado por los efectos de la crisis entre los jóvenes: «Corremos el riesgo de tener toda una generación perdida que nunca habrá encontrado un trabajo».

Es una primera aproximación a los jóvenes, antes de pisar Brasil, desde lo social y lo político, y en un momento en que el país hierve en protestas por las desigualdades económicas. Fue toda una señal. Francisco dijo estar impresionado por unas estadísticas económicas que leyó la semana pasada y, a la vista del oscuro porvenir de muchos jóvenes, concluyó que «debemos acabar con esta cultura de desechar a las personas». «Con los ancianos es una injusticia porque los dejamos de lado, como si no tuvieran nada que darnos, y en cambio nos transmiten la sabiduría y los valores de la vida, ahora les toca a los jóvenes ser desechados», denunció.

Por el contrario, propuso «una cultura de la inclusión, del encuentro, un esfuerzo por meter a todos en la sociedad». En Brasil, el Pontífice encuentra el país con más católicos del mundo, 123 millones, pero están en retroceso desde hace tres décadas, por el avance de protestantes y ateos. Hoy son un 64%. Es más, Río es la menos católica de las ciudades brasileñas, con un 45% de fieles. Bergoglio decidió no dar una rueda de prensa, como era costumbre con Benedicto XVI, aunque fueran muy rígidas y con solo tres preguntas precocinadas, pero saludó a los periodistas y bromeó diciendo que «no son leones tan feroces».

«No doy entrevistas, no puedo hacerlo, para mí es mi fatigoso», se disculpó, y luego les pidió que le ayudaran «por el bien de la sociedad, de los jóvenes y de los ancianos». En total, el vuelo papal estaba integrado por 105 personas, en línea con los viajes de sus predecesores. Acompañaban a Francisco tres cardenales -el secretario de Estado, Tarcisio Bertone, Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, y Joao Braz de Aviz, brasileño, prefecto de la Congregación para los Institutos de la Vida Consagrada-, un obispo, seis sacerdotes y el resto laicos, entre ellos su mayordomo, Sandro Mariotti, y su médico personal, Patrizio Polisca.

Lo cierto es que la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, recibe a Francisco en una posición incómoda. Por un lado ve en él, como todos los dirigentes latinoamericanos de izquierda, un posible aliado y en su encuentro privado de ayer, según la prensa brasileña, iba a hablarle entre otras cosas de la mutua «coincidencia de prioridades» y de la posibilidad de compartir esfuerzos en algunas batallas de solidaridad. Sin embargo, el mensaje de Francisco encaja también con las protestas sociales que comenzaron hace un mes y que con la visita volverán a tomar la calle.

Por otro lado en estos momentos hay un choque en ciernes entre la Iglesia católica y el Gobierno brasileño por un proyecto de ley que abre la posibilidad de abortar a las mujeres víctimas de violaciones. Rousseff tiene tiempo para firmarlo hasta el día 1 de agosto y probablemente dejará pasar la visita de Francisco, que se va el 29, para hacerlo.