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Gracias a Daniela

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Ana Inés llevaba trabajando ocho años en una empresa pública de Madrid. En un lugar que gestionaba la empresa, ocurrió en 2012 una tragedia que durante semanas fue noticia. Además de los muertos, el saldo fue de algunas dimisiones, y a los seis meses, a finales de abril de este año, la mayor parte del personal de la empresa fue despedido.

Nada del otro mundo cuando hablamos de números. Pero para mí no es cualquier despido, porque Ana Inés, además de ser mi amiga, es diabética y, a partir de esta circunstancia nos conocimos en la Asociación de Diabéticos de Madrid.

Una persona con diabetes está obligada a seguir un estilo de vida que propicie la preservación de su salud. Y ese es un punto débil: cumplir esos hábitos de vida que todos conocemos de memoria. Para mantener la motivación, solemos vincular las pautas de vida saludable a nuestra familia y a nuestro futuro, pues pensamos que si nuestra salud es buena, viviremos más y -sobre todo- mejor con la gente que queremos.

Daniela, la hija de Ana Inés, tiene nueve años. A partir de septiembre cursará cuarto de primaria. Le encanta estar con su madre y disfruta tocando y aprendiendo el violín. Daniela también pasa tiempo con su padre, y se llevan muy bien, aunque él vive en otra casa. Ana Inés cuidaba de Daniela y, desde mayo Daniela cuida de Ana Inés. Cuida de mi amiga y la levanta del suelo. Sin ella, Ana Inés andaría tirada por casa, dejando pasar el tiempo en su contra. Y sabe que lo tendría muy difícil para cuidarse, porque la ansiedad y la angustia fácilmente quiebran la voluntad de cualquiera.

Así que Ana Inés, al poco de quedarse sin empleo me pidió que alguna vez escribiera sobre Daniela. Que le diera las gracias por existir. Y de parte de su madre, yo le doy las gracias. Porque al ser y al estar con ella, hace lo mejor para que puedan vivir las dos juntas mucho tiempo. Gracias, Daniela.

Al contar esto, he hecho caso a Ana Inés, porque cuando me lea, espero que quiera invitarme a una caña, aunque yo no tome alcohol, y así aprovecharemos para vernos, pues hace al menos cinco años que sólo nos comunicamos a distancia entre Madrid y Cádiz, una el arco y la otra la punta de flecha de España.