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Los Hermanos Musulmanes arrastran a Catar a la incertidumbre

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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Quizás la mayor evidencia del cambio se escenificaba el pasado lunes, horas después de la matanza de más de 50 seguidores del expresidente Mohamed Mursi, cuando un grupo de periodistas egipcios montaron una rebelión contra los reporteros de Al-Yasira presentes en la rueda de prensa convocada por el Ejército. La misma noche del golpe, la Policía había irrumpido en la sede del canal catarí en El Cairo y se había llevado a varios trabajadores arrestados. Desde entonces, algunos barrios de la capital han aparecido empapelados con carteles con una mano ensangrentada junto al logo de Al-Yasira, a la que acusan de ofrecer información sesgada a favor de los Hermanos Musulmanes y de apoyar la sedición. Sus periodistas han recibido amenazas por teléfono mientras que el sindicato de prensa mantiene un abochornante silencio sobre estos abusos. Bienvenidos al nuevo Egipto.

El acoso al canal que retransmitió la revolución de 2011 contra Hosni Mubarak y que dio a los manifestantes las herramientas y el espacio televisivo necesario para llevar la plaza Tahrir al resto del mundo refleja el drástico y rápido cambio que ha sufrido no solo el statu quo en Egipto, sino en toda la región. El pequeño emirato de Catar, el mayor aliado que había tenido hasta ahora el Gobierno de los Hermanos Musulmanes, ha quedado descolocado con el derrocamiento de Mursi, al que había apoyado no solo políticamente sino con la chequera, con más de 7.000 millones de dólares.

Su flamante emir, Tamim bin Hamad al-Zani, que asumió el cargo hace apenas tres semanas, fue de los primeros en felicitar al nuevo presidente egipcio, Adli Mansur, la mañana siguiente al golpe. Un gesto en el que algunos perciben un cambio en la política exterior con respecto a la de su padre y otros, simplemente un ejercicio de control de daños por lo que pueda avecinarse.