¿DARÉ POSITIVO POR GAZPACHO?
Actualizado: GuardarDos tomates, un pimiento, una pizca de sal, vinagre, agua y pan. La mesa rezuma maledicencia. El estómago ruge. La tartera espera. Los deportistas, como los poetas, necesitan la inspiración. Y qué mejor que inspirarse con los productos de la tierra, y nada de botes envueltos en papel llamativo, con una lista de ingredientes y CDR (cantidades diarias recomendadas) increíbles. La potencia, el rendimiento, el rodar, no es cuestión de dextrosa, azúcares o geles. Ayudan, como todo. Pero en la mesa de cada día sigue habiendo productos naturales que, bien consumidos, hacen maravillas. Claro que esto solo es válido para los que practicamos deportes por afición, por amor al arte, para desestresarnos. Los que compiten, aquellos que estos días cada sobremesa se hartan de sudar mientras nosotros criticamos vía twitter que no lancen un furibundo ataque en el enésimo puerto de montaña que atraviesan esta semana, necesitan algo más. O no. Quizá el dopaje se ha convertido en un grano en el culo para las federaciones internacionales, para los organizadores de grandes competiciones, para los medios de comunicación. Nadie se para a pensar que las máquinas y los seres humanos no son iguales. Que el rendimiento no depende en muchas ocasiones de tu estado de forma, que para los resfriados algunos no pueden tomar ni un mísero comprimido de acetilsalicílico. Llegado este punto me replanteo el gazpacho. Hoy recorrí media Janda con mi bicicleta. Iba en grupo, con amigos, disfrutando de un hobby. Y pensé en si el combinado de hortalizas que me esperaba en el frigorífico sería considerado dopaje en un mundo deportivo profesional que ha perdido el norte, en el que ya nunca más estaremos libres de culpa cuando hagamos una buena etapa, batamos algún récord o rebajemos alguna marca. Y entonces pensé. Menos mal que soy periodista. Me voy a tomar mi gazpacho fresquito. Y que vengan los vampiros.