CÁDIZ

«Esperanza de que me llamen no tengo muchas, yo lo que espero es un milagro»

Las primeras personas en registrar sus solicitudes reconocen que tienen poca información sobre los empleos pero mucha necesidad de conseguirlos

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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El tránsito de ayer en la calle Santa Elena era mucho mayor del habitual. Justo allí, en las bóvedas, se ha instalado la oficina para la presentación y registro de las solicitudes para los empleos del Decreto contra la Exclusión Social. Desde ahora y hasta el día 24 de este mes permanecerá abierta y no tiene pérdida, la cola de personas con un papel blanco en la mano y cara de desconfianza señalan el sitio exacto.

Ayer la fila se mantuvo durante horas. No era larga, pero sí constante, porque tal y como entraban unos, en grupos de cinco, llegaban otros desde la Cuesta de las Calesas. Jóvenes, mayores, hombres y mujeres. Algunos despistados, otros con una carpeta llena de documentos e incluso algún currículum «por si acaso». Los de ayer, fueron los más madrugadores. Según decía uno de ellos, «será que tenemos más interés que los demás o que nos hace más falta».

La tónica general era el desconocimiento de los puestos de trabajo ofertados, y no sólo eso, sino incluso del tipo de trabajo a desempeñar. Está claro que para los que cumplen los requisitos que se exigen eso ya es lo de menos. María Jesús Molina, de 20 años y madre de una niña, llegaba acompañada de dos amigas a la oficina. «Esperemos que haya suerte, por lo visto hay bastantes plazas», comentaba un poco despistada, porque a continuación reconocía que no sabía el número de contratos que se van a adjudicar, ni el sueldo, ni la duración. «Lo único que sé es que el trabajo va a ser de mantenimiento para el Ayuntamiento», comentaba.

Otro grupo de conocidos llegaba a la cola poco después. Estos tres amigos llevan de media «entre 3 y 4 años parados». Ellos, algo más mayores y con más experiencia, se mostraban más escépticos. «Hombre, expectativas hay, aunque sea sólo para tres meses. Nosotros hemos trabajado en la construcción y estamos capacitados para los trabajos que se ofrecen. Pero bueno, que estamos dispuestos a lo que sea», comentaban. Uno de ellos, Manuel Castañeda, de 36 años, ha trabajado como encofrador. Era quizá el que menos esperanza tenía de los tres amigos. Lo explicaba diciendo que «entiendo que hay gente que tiene prioridad antes que yo porque tiene cargas familiares, pero esto hay que organizarlo de otra manera, porque todos tenemos derecho a tener un trabajo. ¿O es que yo no tengo derecho a tener una vida? Si no tengo un trabajo nunca voy a aspirar a tener yo también una familia».

Mientras estos jóvenes entraban a entregar sus solicitudes, recogidas también el primer día que se abrió el plazo, llegaban a la calle Santa Elena dos señoras con un perfil muy diferente, Manuela y Carmen, de 48 y 50 años, respectivamente. También ellas reclamaban una oportunidad, «porque ser mayores no significa que no tengamos el mismo derecho». Decían tener esperanza «en que nos llamen por lo menos, porque esto es lo que hay, no hay otra cosa».

Otro veterano, Antonio Solano, de 54 años y con casi una década en el paro, salía con cara de pocos amigos de la oficina. La desesperanza le podía. «Confianza tengo poca. Llevo diez años en el paro y no me han llamado para nada». Este cristalero de profesión cobra poco más de 400 euros de ayuda y está dispuesto a trabajar «de lo que sea, por el tiempo que sea y por cuanto sea». «Hay que esperar el milagro», decía mientras se iba.

Historias de todo tipo, esperanzas, ilusiones y desconfianzas en todos los grados, y agilidad, la que demostraron ayer los funcionarios municipales para que no se escuchara ni una queja de trabajadores ni usuarios.