Helicópteros militares sobrevolaron ayer la plaza Tahrir, donde miles de personas se manifestaron contra Mursi. :: REUTERS
MUNDO

El Ejército acorrala al presidente egipcio

Los militares salen en apoyo de la oposición al exigir a Mursi que afronte la crisis en 48 horas o impondrán su tutela a la transición

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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Las Fuerzas Armadas dieron ayer un ultimátum al presidente Mohamed Mursi para que resuelva en 48 horas la crisis social y política en la que se encuentra Egipto o, de lo contrario, intervendrán para establecer una nueva hoja de ruta para la transición. Con esta clara amenaza de un golpe de Estado militar, y tras las mastodónticas manifestaciones que el domingo sacaron a cientos de miles a las calles, la institución castrense precipitó el desenlace del pulso entre el Gobierno islamista y la oposición. Mursi, acorralado, se queda sin margen de maniobra.

La cofradía islamista, que parece haberse visto sorprendida por el giro de los acontecimientos, rechazó categóricamente el comunicado del Ejército. Anoche se esperaba aún la reacción oficial de la presidencia, de la que dependerá en gran medida que los acontecimientos puedan desembocar en una situación de aún mayor violencia y tensión en caso de no aceptar el ultimátum.

«La seguridad nacional está en peligro», advirtieron los militares en un comunicado difundido por la televisión estatal, en el que exigieron a los diferentes grupos políticos que asuman su «responsabilidad» y alcancen un acuerdo que saque al país del estancamiento. Las Fuerzas Armadas aseguraron que su intención no es volver a tomar las riendas del poder político, como hicieron tras la caída de Hosni Mubarak, y garantizaron que no quieren formar parte «del juego político o del Gobierno».

Sin embargo, si las partes no logran alcanzar un consenso que resuelva la crisis y «las demandas del pueblo» no se alcanzan en el plazo de tiempo fijado -aunque no especificó qué demandas exactamente-, «tendrán que declarar una hoja de ruta y un procedimiento para supervisarla que incluya a todas las corrientes, incluidos los jóvenes que iniciaron esta gloriosa revolución», reza el comunicado.

«El Ejército se ha puesto de parte de la gente, y este ultimátum está claramente dirigido al presidente Mursi», asegura el politólogo Hassan Nafaa, profesor de la Universidad de El Cairo. La cofradía islamista, según el analista, ha cavado su propia tumba al intentar acaparar el poder que ganaron en las urnas por un estrecho margen, en lugar de compartirlo con los que les ayudaron a conseguirlo. Para cualquier gobierno, no solo para el de los Hermanos, habría sido imposible resolver en un solo año los profundos problemas que, empezando por la economía, han sido heredados de décadas de mala gestión, y que han acabado por sacar a cientos de miles de personas a las calles. «Pero ellos se han empeñado en hacerlo solos, sin la experiencia suficiente y con una notable avidez de poder», señala Nafaa.

Mientras que el sector más 'revolucionario' de la oposición acogió con preocupación la decisión del Ejército y manifestó su miedo a que Egipto vuelva a ser gobernado de nuevo por militares, muchos manifestantes recibieron con alegría el comunicado de las Fuerzas Armadas. En la plaza Tahrir, donde se habían congregado de nuevo decenas de miles de personas, la multitud vitoreó a varios helicópteros militares que sobrevolaron la manifestación arrastrando gigantescas banderas de Egipto. Las calles del centro de El Cairo se convirtieron en una orquesta de bocinas y aplausos de celebración.

Satisfecha estaba también la plataforma popular Tamarrud (rebelión), organizadora de las gigantescas protestas del '30 de Junio', que interpretó que la decisión del Ejército «corona nuestro movimiento». El grupo mantiene las protestas convocadas para hoy frente al palacio presidencial.

Pese a que sus seguidores continuaron congregados en el barrio de Medinat Nasser y prometieron seguir defendiendo la legitimidad del presidente, Mursi y la cofradía parecían quedarse ayer más solos que nunca. Cinco ministros de perfil tecnócrata anunciaron su dimisión por la mañana y hasta la televisión y los medios estatales fueron adoptando progresivamente un tono de complacencia con el golpe de efecto de los militares.

Quizá como un presagio de lo que se avecinaba para los Hermanos Musulmanes, la nueva sede de su cuartel general en el barrio cairota de Muqattam, el símbolo de su salida de la semiclandestinidad, fue saqueada e incendiada en la madrugada del lunes. Al menos 12 personas murieron durante el ataque.

La gran incógnita por el momento en Egipto es cómo se llevará a cabo la amenaza del Ejército en caso de que Mursi y la oposición no lleguen a un acuerdo. «Si la situación sigue como ahora, eminentemente pacífica y con muy poca violencia, el Ejército puede designar a un consejo civil para que gobierne el país hasta que se celebren elecciones presidenciales», augura el analista Bassem Sabry, que escribe uno de los blogs políticos más celebrados de Egipto. Si, por el contrario, el ambiente se torna en un conflicto civil violento, «los militares podrían imponer una solución más radical y un gobernante interino castrense», señala el analista.