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Azul y naranja

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La llegada del verano provoca cada año una eclosión de color en las calles. Las aceras y bordillos de las zonas de playa siguen cada vez en mayor medida esta tendencia. Porque es en esta época cuando los ayuntamientos se afanan en pintarlos de azul o de un tono que está ahora aún más de moda: el naranja. Se trata de recaudar a toda costa. Y las administraciones aprovechan la tentación playera a la que al final todos sucumbimos.

La playa era de las pocas opciones de ocio que aún era gratuita. La estancia y el aparcamiento, al menos, no acarreaban costes. Muchos eran los bañistas que pasaban jornadas completas entre la arena y el mar sin preocupaciones de pagos por un tiempo determinado. Actualmente, pese a los recortes y la escasa o nula inversión en otras cuestiones más importantes, son muchos los esfuerzos que se vuelcan en poner en marcha este 'impuesto'. Además de esa inversión previa, una vez que comienza el periodo veraniego el control de las zonas es exhaustivo con la constante presencia de operarios que revisan con eficacia que a nadie le falte su preceptivo ticket.

Lo incoherente es que esa atenta inspección no se realiza con los coches que están mal estacionados. Y mientras unos cumplen las normas otros invaden la calzada y aparcan justo enfrente por sólo un euro y siguiendo las indicaciones de los gorrillas. Pese a que las zonas naranjas o azules están claramente establecidas y delimitadas muchos conductores prefieren obviar su existencia y aprovechar el ahorro que supone la 'vigilancia' de los gorrillas. Éstos últimos hacen efectiva su actividad y ganan dinero enfundados en un chaleco reflectante mientras observan cómo el playero de turno aparca su coche de forma ilegal y descarga ufano sus bártulos.

Por estos comportamientos y la impunidad con que se llevan a cabo me planteo a menudo el sentido de las impopulares zonas azules o naranjas. Quizá no merece la pena cumplir y abonar los tres ó cuatro euros por aparcar legalmente sino recurrir a la opción más ventajosa económicamente y que además no conlleva ningún tipo de gravamen. Aunque sea un delito.