El escritor gaditano Felipe Benítez Reyes. :: ROCÍO RUZ
Sociedad

«La vida es fascinante por la misma razón que es peligrosa e imprevisible»

El escritor gaditano vuelve a hacer gala en 'Cada cual y lo extraño' de un estilo brillante y una hondura sentimental que seducen el lector Benítez Reyes publica un libro-almanaque con doce relatos humanos y exquisitos

MADRID. Actualizado: Guardar
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Desde hace tiempo, Felipe Benítez Reyes está considerado como uno de los mejores escritores en castellano de la actualidad. Y no solo por los múltiples y variados premios recibidos (Nacional de Literatura, Loewe de poesía, Nadal de novela, Julio Camba de periodismo) sino porque estamos ante un escritor en el sentido más amplio y estricto de la palabra. Poesía, novela, ensayo, artículos de prensa, son algunos de los géneros en los que vuelca una escritura exquisita y depurada. Los lectores de este periódico tienen buena prueba de su calidad periodística en las columnas que desde hace tiempo aparecen los sábados de forma quincenal.

A ese lenguaje cuidado y personal hay que unir un agudo sentido del humor y una profunda humanidad que aportan a sus escritos una complicidad lúcida y nada autocomplaciente. Su último libro, 'Cada cual y lo extraño' (Ed. Destino), es una excelente ocasión para aquellos que no han tenido ocasión de degustar al autor gaditano y disfrutar de su prosa y de sus historias. Y que a los adictos a su escritura siempre sabrá a poco.

Se trata de doce relatos, uno por cada mes del año, que emocionan y divierten al lector y que le pueden llegar incluso a despertar alguna huella o recuerdo semioculto de su propia memoria. Los falsos reyes magos de Oriente (enero), la imagen de la primera mujer desnuda (febrero), unos carnavales tardíos y poco convencionales (marzo), el rumbo imprevisible de las fortunas (abril), el frustrado examen de química de un lector de tebeos de superhéroes (mayo), una noche simbólica de San Juan (junio), un crucero de complicaciones conyugales por el Báltico (julio), el primer amor adolescente en los cines (agosto), una mili con un brigada 'cultureta' (septiembre), pesadillas y ambientes familiares (octubre), una delirante función geriátrica del Tenorio (noviembre) y una inoportuna cena de empresa (diciembre).

Son relatos cortos, pero redondos y cargados de todo aquello que puede hacer maravillosa la vida, pero también decepcionante, caprichosa y cómica. En palabras de Benítez Reyes, «la vida resulta fascinante por la misma razón por la que resulta peligrosa: porque es imprevisible. Nos esforzamos en crear un parámetro de comportamiento, una guía para la estabilidad, una rutina armoniosa y, de repente, en cuestión de segundos, todo puede desbaratarse, para bien o para mal. Somos en esencia inestables».

En una primera apreciación y dada la sensación de autenticidad de lo narrado puede parecer que en los relatos se ha servido de su propia biografía e incluso que puede haber algún ajuste de cuentas con una parte de su pasado. Sin embargo, el escritor lo niega: «Hay pocos elementos autobiográficos en lo que escribo. Puedo partir de alguna experiencia o de alguna sensación propias, pero mi meta es la ficción, no el testimonio personal. Busco la verosimilitud narrativa, no la veracidad biográfica».

En algunos relatos se percibe de forma muy viva el acelerado paso del tiempo y cómo va desgarrando nuestro propio entorno y vivencias. El resultado puede llegar a ser una tremenda paradoja: «A veces -considera Benítez Reyes- uno tiene la sensación, con respecto al tiempo, de que todo transcurre vertiginosamente. Otras veces, en cambio, todo parece inmovilizado por su propia inacción, como un mantra obsesivo, como una especie de secuencia detenida. Es lo que alguien me dijo una vez: 'Con lo corta que es la vida, hay días que parecen que no van a acabarse nunca'».

En una conversación con Benítez Reyes no puede faltar una reflexión sobre la actualidad y este tiempo de crisis y transformaciones aceleradas: «Algo está cambiando, sin duda. Los síntomas no son tranquilizadores, pero ya veremos. Lo preocupante es que se malbarate de un plumazo un entramado cultural que ha llevado décadas poner en pie. Las manifestaciones culturales son frágiles. Son esenciales para la configuración de una sociedad, pero acaban siendo prescindibles cuando una sociedad empieza a descomponerse».