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Los egipcios se quedan indefensos ante las denuncias por blasfemia
EL CAIRO. Actualizado: GuardarA Rumany Murad lo denunciaron dos colegas de profesión que aseguraban que había ridiculizado el Corán en una conversación privada. A Damiana Abdelnur fueron los padres de tres de sus alumnos, que sostenían que esta profesora de primaria había insultado al islam y había predicado el cristianismo en clase. Las denuncias por blasfemia se han multiplicado en el último año en Egipto, donde las asociaciones de derechos humanos critican que se están instrumentalizando para coartar las libertades de expresión o conciencia.
Artistas, escritores, profesores, blogueros o cristianos coptos, sobre todo en el Alto Egipto, han sido objetivo de estas denuncias y procesados en juicios donde no se respetaron las garantías judiciales de los acusados, fueron intimidados y apenas pudieron defenderse. Muchos de ellos han acabado con penas de prisión o multas muy cuantiosas.
Esta misma semana, Damiana Abdelnur era condenada a pagar una multa de 100.000 libras egipcias (10.700 euros) en Luxor. Un alumno aseguró que durante una clase de «vida religiosa», la maestra, de 23 años y copta, había dicho que «amaba al padre Shenuda», el papa copto fallecido a principios de 2012, y que se tocaba el estómago o la rodilla cuando hablaba de profeta Mahoma. El juicio tuvo que celebrarse bajo estrictas medidas de seguridad, mientras en el exterior decenas de islamistas exigían a gritos una condena más fuerte que castigara sus «ideas extremistas». La maestra se ha librado de la cárcel, pero la pena del pago de una multa no es un castigo menor: el salario de un profesor de primaria en Egipto apenas alcanza los 100 euros al mes.
El aumento de los casos de blasfemia desde la revolución de 2011 preocupa a organizaciones como Amnistía Internacional, para quien las penas de cárcel y las grandes multas contra personas «que simplemente dicen lo que piensan o tienen creencias religiosas diferentes son aberrantes», asegura el director del organismo para Oriente Medio y el norte de África, Philip Luther.
De los cargos por blasfemia no se ha librado ni el mismísimo Adel Imam, el actor cómico más famoso del mundo árabe, al que un abogado acusó en 2012 de haber ridiculizado el islam en su larga carrera cinematográfica. Fue condenado a tres meses de prisión, pero un tribunal de apelación lo absolvió. Los maestros coptos también han acabado por ser un blanco fácil. Bishoy Kamil Kamel fue condenado en septiembre del año pasado a 6 años de cárcel por insultar al profeta Mahoma y al presidente Mohamed Mursi. Al bloguero y activista Alber Saber le cayeron 3 años en diciembre también por «insultar el Islam».
En el extremo opuesto estáse encuentra el predicador salafista radical Abu Islam, que ayer fue condenado a 11 años de cárcel por quemar una Biblia frente a la embajada de EE UU el pasado septiembre e insultar en público al cristianismo. Su hijo fue condenado a 8 años por los mismo.
El caso del abogado Rumany Murad fue prácticamente una encerrona. Dos compañeros le estuvieron preguntando en una conversación privada sobre los milagros en la Biblia. Aunque él intentó evadir la conversación, días después se enteró de que había sido denunciado por «difamar la religión». Murad, de 25 años, fue condenado a un año de prisión, a una multa de 500 libras y a pagar una compensación a la acusación de 10.000 libras egipcias. Su abogado, que había sido amenazado, no acudió al juicio por miedo, ya que los letrados del brazo político de la Gamaa Islamiya habían advertido a Murad sobre la seguridad de cualquier abogado que se presentara en la corte. La acusación llegó a pedir la pena de muerte para él.