Un grupo de manifestantes descansa en el parque Gezi de la plaza Taksim, en el centro de Estambul. :: YANNIS BEHRAKIS / REUTERS
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Erdogan, entre el diálogo y la violencia

El primer ministro turco convoca a los representantes de los manifestantes cuando estaba a punto de vencer el ultimátum para el desaojo por la fuerza

ESTAMBUL. Actualizado: Guardar
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El ultimátum de Recep Tayyip Erdogan terminó convertido en una reunión de urgencia con representantes de la Plataforma de Solidaridad con Taksim, que lideran la protesta que desde hace dos semanas bloquea el centro de Estambul. Cuando la Policía se pertrechaba y estaba a la espera de la orden de asalto al cumplirse el plazo de 24 horas dado por el primer ministro para desalojar la zona, la agencia Anadolu informó del encuentro y pocos minutos después el propio colectivo de manifestantes lo confirmó por Twitter. «En lo que es un giro inesperado, nosotros, como representantes de Solidaridad con Taksim, iremos a la residencia del primer ministro a Ankara, junto con intelectuales y artistas», se podía leer en el mensaje, difundido anoche en turco e inglés.

Erdogan volvió a mostrar un día más sus dos caras. A primera hora de la mañana lanzó su «último aviso» y pidió a «madres, padres, por favor, retiren a sus hijos de ahí», en un discurso ante los alcaldes del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) en Ankara. Y entrada ya la noche, cuando el asalto parecía inminente, se difundió la noticia del encuentro con los opositores en su residencia de Ankara. Esta vez, a diferencia de la reunión del miércoles, la Plataforma de Solidaridad con Taksim estuvo verdaderamente presente y con ella los intereses de gran parte de los acampados en Gezi.

«No podemos esperar más porque el parque Gezi no pertenece a las fuerzas que lo ocupan. Pertenece a todo el mundo», aseguró Erdogan ante sus alcaldes en un tono desafiante que invitaba a pensar en un desalojo por la fuerza. Esta vez, además, las voces principales del partido cerraron filas en torno a su líder. «Desde el 1 de junio, algunos grupos ocupan un espacio público e impiden el acceso a otros. Todo esto debe cesar», advirtió el ministro de Interior, Muamer Guler.

El final del ultimátum eclipsó la tímida oferta de referéndum que puso sobre la mesa el AKP después del encuentro del miércoles entre Erdogan y un grupo de personas que las autoridades presentaron como «representantes de la protestas», aunque los manifestantes no les reconocieron como interlocutores válidos. «Creo que después de este gesto de buena voluntad, los jóvenes van a decidir abandonar el parque Gezi», vaticinó el viceprimer ministro, Huseyin Celik, ya que «no podemos aceptar que estas manifestaciones sigan eternamente».

Mientras desde los despachos sonaba una mezcla de tambores de guerra y llamadas al diálogo, Erdogan pedía a los padres y madres que separaran a sus hijos de los «terroristas» supuestamente presentes en la acampada. Bajo los árboles del parque, todos se preparaban para el asalto final. Se organizaron reuniones informativas para intentar acordar una estrategia conjunta y recordar la importancia de cascos y máscaras antigás, realizaron una colecta de extintores para sofocar posibles incendios en las tiendas. Las imágenes del desalojo de Taksim seguían muy presentes en las mentes de todos. «Debemos elegir entre sangre o correr, no hay otra opción, y la decisión final la tomará cada uno cuando llegue el momento», lamentaba Emirhan Limam, estudiante de 19 años contrario al «referéndum trampa que han propuesto y que, si se realiza, boicotearemos».

Llamamiento a la mesura

La idea de la consulta indigna a activistas como Tugce Tasket, de 21 años, para quien «el debate ya no se limita a la protección del parque, tras dos semanas de lucha hay que abordar las exigencias de todos los colectivos que nos hemos unido en esta lucha contra el Gobierno, el diálogo debe ser abierto». Tugce lleva en su mochila todo lo necesario para resistir en caso de una operación policial como la que el martes logró desalojar por la fuerza la plaza Taksim.

A la presión en las calles, las autoridades turcas suman la casi cotidiana apelación de la Casa Blanca a «respetar las libertades fundamentales» de expresión y reunión. «Turquía es un buen amigo y aliado de Estados Unidos y esperamos que las autoridades turcas respeten las libertades fundamentales», declaró en rueda de prensa el portavoz de la presidencia, Jay Carney, que pidió que no se castigue a los ciudadanos por ejercer un derecho. Carney admitió contactos entre Washington y Anakara en los últimos días.

También el pleno de la Eurocámara llamó ayer a la mesura y exigió a Erdogan que adopte una postura «unificadora y conciliadora» con los manifestantes y que su Gobierno promueva una investigación «exhaustiva» sobre el uso «desproporcionado y excesivo» de la fuerza policial contra las protestas.

Una exigencia europea que no sentó nada bien en un dirigente que desde el inicio de la crisis culpa a una conspiración internacional y a terroristas de estar detrás de todos los problemas. El primer ministro se escuda en su amplio respaldo electoral -ganó tres comicios sucesivos, superando en los últimos, en 2011, el 50% de los votos- a la hora de justificar sus decisiones y para este domingo ha anunciado a sus seguidores un acto político en Estambul que puede convertirse en toda una exhibición de poder de convocatoria.