El primer ministro turco asegura que la paciencia «tiene límites»
ESTAMBUL. Actualizado: GuardarRecep Tayyip Erdogan volvió a mostrar su cara más dura ante los seguidores que le esperaban en el aeropuerto de Ankara. «Hemos tenido paciencia y seguimos teniendo paciencia, pero nuestra paciencia tiene límites», amenazó el primer ministro en referencia a las acampadas contra el Gobierno que se mantienen en decenas de ciudades de Turquía desde hace ya diez días.
El epicentro de la protesta es la plaza Taksim de Estambul, donde el fin de semana se clausuró con un concierto multitudinario y la convicción firme de los manifestantes de seguir ocupando el corazón de la emblemática ciudad hasta que el Ejecutivo islamista dé un paso atrás en sus planes de levantar un centro comercial en el parque Gezi.
«El pueblo nos dio el poder y solo el pueblo nos lo puede quitar», proclamó el primer ministro, quien emplazó a los manifestantes a enfrentarse a él y su Partido Justicia y Desarrollo (AKP) en las elecciones locales que se celebrarán dentro de siete meses, a comienzos de 2014. Para Erdogan, «los derechos y las libertades no se logran con la violencia sino dentro de la ley». El jefe del Gobierno turco denunció además que varios manifestantes «entraron en la mezquita Dolmabahçe con botellas de cerveza y sin descalzarse».
Restablecer el orden
Cuatro muertos y miles de heridos integran el balance provisional de unas protestas que mantienen lugares como el centro de Estambul cerrados por barricadas. El ambiente festivo de toda la jornada fue dando paso, con la llegada de la noche, a la sensación de que al iniciarse una nueva semana la protesta podría perder fuerza y esto abriría las puertas a una intervención de la Policía.
Las autoridades quieren restablecer el orden, pero en los últimos días las fuerzas de seguridad no se han aproximado a las movilizaciones para evitar nuevos choques violentos. Lo contrario a lo ocurrido en Ankara, donde la noche del sábado la Policía cargó duramente contra los manifestantes del parque Kugulu.
Una reedición de la represión violenta en Estambul contra el variopinto conglomerado de nacionalistas laicos, activistas kurdos, grupos de izquierdas, feministas, ecologistas, hinchas de fútbol y minorías étnicas acarrearía al Gobierno turco un nuevo descrédito internacional y cargaría de razón uno de los principales reproches al primer ministro: su estilo autoritario.