Hans Küng no se calla y pide una «democratización» de la Iglesia
MADRID. Actualizado: GuardarHans Küng ha dado muestras sobradas de que no se muerde la lengua. El polémico teólogo suizo, fustigador implacable de Juan Pablo II y Benedicto XVI, hubiera querido abstenerse de arremeter contra el gobierno de la Iglesia católica, pero el pensador, perito en el Concilio Vaticano II, no puede estar callado. Así lo reconoce el propio Küng en el libro '¿Tiene salvación la Iglesia?' (Trotta), un ensayo en el que sostiene que la crisis eclesial va mucho más allá de los casos de pederastia. Para el teólogo, que coincidió con el Papa dimisionario Joseph Ratzinger en la Universidad de Tubinga, donde ambos fueron profesores, la Iglesia adolece de una acusada misoginia y una aversión a la sexualidad. ¿Qué hacer entonces? A juicio de este disidente del magisterio que emana del Vaticano, los dirigentes del catolicismo deben apostar por reformas profundas, medidas renovadoras que pasan, entre otras cosas, por una democratización que permita volver a hacer partícipes de la elección de los obispos al clero y los laicos.
El libro muestra a un Küng crítico con la resistencia de la Curia a los cambios que tendrían que haberse impuestos tras el Concilio Vaticano II. Desencantado por una renovación eclesial que no cuajó, el teólogo aduce que los escándalos de los abusos sexuales solo son un síntoma reciente de una enfermedad más grave.
Apelando a metáforas del campo de la medicina, Küng formula diagnósticos y plantea terapias. El autor aduce que la dolencia de la Iglesia se llama «crisis de confianza». Cree este experto en el mundo de las religiones que Ratzinger «lejos de conjurar la crisis, la agudizó». ¿Por qué? Por la acogida dispensada sin condiciones previas a obispos tradicionalistas o lefebvrianos, integrantes de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X.
¿Cuáles son los remedios? Küng apuesta por la transparencia de las finanzas eclesiásticas, la remodelación de la Curia y la abolición de la Congregación para la doctrina de la Fe (antigua Inquisición). Por añadidura, es partidario de autorizar la ordenación sacerdotal de las mujeres y de la abrogación del celibato para los clérigos. Todo un tratamiento revolucionario.