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La falsa moneda

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Hoy quiero recordar a Blas de Lezo, el marino que consiguió salvar Cartagena de Indias del asedio inglés, consiguiendo con ello que 350 millones de sudamericanos continúen hablando hoy nuestra lengua. Para hacernos una idea de la dimensión de su gesta baste mencionar que la tan difundida Armada Invencible estaba compuesta por 130 buques, mientras que la flota de Vernon en su ataque a Cartagena de Indias, acontecimiento mucho menos divulgado, contaba con 195 navíos a los que el marino de Pasajes sólo pudo oponer seis. Lezo, al que sus compañeros llamaban Mediohombre después de perder una pierna en Málaga, un ojo en Tolón y un brazo en Barcelona, dispuso la defensa de la plaza de manera radial, de modo que conforme los ingleses ganaban un puesto los españoles reculaban al siguiente, hasta que pronto se vieron todos confinados en el castillo de San Felipe, donde los escasos 3.000 efectivos de Lezo se aprestaron a rechazar el asedio de los 30.000 de Vernon.

Tan ganada debió ver éste la batalla que anticipándose a su resultado despachó una fragata dando cuenta de la victoria inglesa; la noticia fue celebrada jubilosamente en Londres, donde se ordenó acuñar unas monedas conmemorativas de tan resonante éxito. La importancia de esta batalla hay que buscarla en el hecho de que Inglaterra era la sociedad consumista más avanzada de la época y mientras un inglés gastaba once libras de azúcar al año, a un español sólo le llegaban dos, de modo que la isla de Jamaica y las colonias americanas se les habían quedado pequeñas y necesitaban hacerse con el gran pastel sudamericano cuya vía de entrada era Cartagena de Indias.

Las monedas que anunciaron jubilosamente una victoria que no existió están hoy desperdigadas por medio mundo y los ingleses las han venido buscando afanosamente para hacerlas desaparecer del mismo modo que borraron el nombre de Edward Vernon de sus libros de historia. Dos de ellas se conservan en el Museo Naval de Madrid y muestran a Blas de Lezo arrodillado ante un arrogante Vernon al que ofrece su espada rodeado por una vitola en la que puede leerse: 'Blas de Lezo humillado ante Vernon'.

El cadáver de Lezo desapareció después de la batalla, aunque tal vez para un marino como él no haya sudario más noble que el mar. Una placa en la calle Larga de El Puerto de Santa María recuerda la casa donde vivió y residió su familia tras su muerte, conocida entonces en la ciudad como 'La casa de la Gobernadora'.