El Sónar sortea la crisis en su veinte aniversario
Por primera vez en su historia, los artistas españoles son mayoría en el festival de música avanzada de Barcelona
BARCELONA. Actualizado: GuardarEl decano de los grandes festivales en España, el Sónar, celebra este año su vigésima edición. Pionero en el concepto de macrofestival en nuestro país, ha resistido contra viento y marea lo que otros eventos no consiguieron: mantenerse fiel a su filosofía y salir indemne a los cambios de moda y a la imparable crisis que (si de eventos musicales hablamos) todo lo enguye.
En este ambiente depresivo para la creación «20 años no se cumplen todos los días», afirmó ayer Enric Palau, codirector del festiva de música avanzada. Para Sergi Caballero, otros de los responsables del evento, la clave por la que siguen en forma dos décadas después está en que fueron capaces de crear un «concepto que no existía», que consistió en mezclar la parte lúdica con otra más intelectual y de búsqueda de tendencias. «Esta combinación de conceptos nos ha permitido mantenernos», aseguró.
Mucho ha llovido entre el primer Sónar y el de este año, que se celebrará entre el 13 y el 16 junio próximos en Barcelona. Lo que más llama la atención es el tamaño del festival. A la primera edición asistieron 6.000 personas, para dentro de una semana la organización espera unas cien mil, lo que supondrá que en 20 años habrán participado 1,2 millones de espectadores. «La evolución ha sido paulatina», expresó Caballero, que, como ejemplo de cómo ha cambiado la forma de organizar un evento de estas características, relató que en 1994 los contratos y las confirmaciones de los artistas llegaban vía fax y ahora a través de un smartphone.
«Recuerdo las 300.000 pesetas (1.800 euros) que pagamos para traer al grupo británico de techno Orbital en 1995», recordó. Las cifras se han disparado y hoy el festival tiene un presupuesto que supera los cinco millones de euros.
Pero hay algo que no ha variado. Ni el nombre ni el apellido del festival, y mucho menos el espíritu para ser una referencia de la música avanzada y el arte multimedia. Tampoco algunos de los protagonistas, porque Laurent Garnier sentó cátedra desde la cabina en la primera edición, cuando aún no era un artista de masas, y lo volverá a hacer la semana que viene dos décadas después. También repiten el trío de DJs barceloneses formado por Ángel Molina, DjZero y César Melero.
Lo que sí ha cambiado es la pujanza de la escena electrónica española. Y es que, por primera vez desde 1994, el bloque de artistas patrio es el mayoritario. Ninguna nacionalidad aporta tantos músicos como los 35 que pone en juego España, sobre un total de 136 nombres. Destacan ZA!, Delorean, LostTwin, La Bien Querida o Bruna.
Los padres de la electrónica
En cualquier caso, las estrellas absolutas de la presente edición del Sónar son Kraktwerk y Pet ShopBoys. La banda alemana de los 70, padres de la música electrónica, presentará en las naves de la Fira de la Gran Vía de Hospitalet un espectáculo en tres dimensiones para el que será necesario ponerse las gafas azules y rojas típicas del cine.
El show ha pasado por el MOMA de Nueva York y la Tate Modern de Londres y desde la organización del festival señalaron que se «vaciarán» durante dos horas. Algo menos, una hora y tres cuartos, estarán los miembros de Pet ShopBoys, en un concierto «especial» y muy visual en el que el dúo británico avanzarán su último disco, 'Electric'.
El festival cuenta este año con más espacio que las ediciones anteriores y una nueva ubicación para el llamado Sónar de día, que deja el museo contemporáneo Macba para trasladarse al recinto de la Feria de Barcelona, en la plaza de España.
La programación acoge además el regreso de los californianos Jurassic 5, una de las bandas míticas del hip hop de la costa Oeste. Además, el certamen presta una especial atención este año a la nueva ola electrónica de EEUU (Skrillex, MajorLazer, Diplo, Seth Troxler o TNGH) y presenta lo último del techno experimental (VaticanShadow, Raime, Diamond Version, Dinos Chapman o Karenn).
Pero también hay para las singularidades, como una reinterpretación de las cuatro estaciones de Vivaldi en clave conceptual y electrónica, a cargo del productor y pianista británico Max Richter.