Fallece a los 91 años la actriz y sirena Esther Williams
BILBAO. Actualizado: Guardar«Mojada es una estrella, seca no es nada», sentenció con muy mala leche la actriz Fanny Brice, envidiosa de que Esther Williams fuera la estrella mejor pagada y más taquillera en los años 40 y 50. Para los niños de la posguerra española, aquellas piscinas en Technicolor eran un paraíso de suntuosidad inalcanzable. Solo después se empezaron a contemplar como musicales 'kitsch' que exigían, eso sí, un alucinante esfuerzo de producción.
Williams rodó 26 largometrajes en el seno de la Metro cortados bajo el mismo patrón: espectaculares coreografías acuáticas firmadas por Busby Berkeley, ritmos tropicales de Xavier Cugat, la apostura de Ricardo Montalbán o Van Johnson, las bromas de Jimmy Durante y Red Skelton, los bailes de Cyd Charisse...
La sirena de Hollywood murió ayer mientras dormía en su casa de Beverly Hills. Tenía 91 años y llevaba sin pisar un plató desde 1963, cuando se despidió del cine con 'La fuente mágica', un desastre financiero que rodó en España su marido por entonces, Ricardo Montalbán. «Dejé el cine cuando los actores nos volvimos empleados», contó a Terenci Moix en una entrevista a finales de los 80. «He rechazado pequeños papeles en series tipo 'Dinastía' a pesar de que me ofrecen mucho dinero. Al verme me preguntaría lo mismo que ustedes: ¿por qué lo hace?».
Sus líneas de bañadores y las piscinas que se construían bajo su marca aseguraron la plácida vejez de una de las figuras del espectáculo más queridas de América. A los 8 años, Esther Williams ya trabajaba reponiendo toallas en una piscina de su California natal. Paso toda su adolescencia compitiendo en natación con el objetivo de participar en los Juegos Olímpicos. Hasta que una cazatalentos de la Metro se fijó en ella cuando trabajaba en unos grandes almacenes. Louis B. Mayer la llamó para verla actuar. La réplica en aquella prueba se la dio Clark Gable, que como no se había aprendido las líneas del guión optó por besarla a pesar de que estaba presente su esposa, Carole Lombard.
'Escuela de sirenas' (1944) destilaba romanticismo, espectacularidad y diversión debido a la batuta de un realizador de la talla de George Sidney. En la timorata América de posguerra, Esther Williams encarnaría una suerte de erotismo inofensivo, siempre en traje de baño con la coartada de las piruetas natatorias.