Un manifestante pide ayuda para sofocar el incendio en un contenedor en la plaza Taksim de Estambul. :: YANNIS BEHRAKIS/ REUTERS
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Una calma tensa aguarda a Erdogan

Con el primer ministro de gira por el norte de África, su 'número dos' se disculpa por la «excesiva violencia» policial en las calles

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Ugürcan Sarikaya toma el sol sobre un vehículo semicalcinado en la plaza de Taksim. «En este coche había miembros de las juventudes del Partido Justicia y Desarrollo (AKP, formación del primer ministro Recep Tayyip Erdogan), colaboradores que hacen el trabajo sucio a la Policía y que estaban armados con porras"», asegura orgulloso mientras se incorpora y golpea el maletero con el puño. Este universitario de 19 años acudió a la llamada de la defensa del parque Gezi de Estambul el primer día y «no pienso moverme hasta que cantemos victoria». Su testimonio es similar al de miles de jóvenes de diferentes grupos sociales y políticos que han cambiado su primer objetivo de proteger un parque contra los planes de levantar un centro comercial en el centro de Estambul por un pulso en toda regla a unas autoridades con un sello islamista cada vez más marcado y que por primera vez en varios días hicieron ayer un gesto de acercamiento.

Al menos dos muertos -el último en la noche del lunes en el sureste del país, en la frontera siria- y 1.500 heridos después, el viceprimer ministro, Bulent Arinc, pidió disculpas por la «excesiva violencia» con la que la Policía reprimió las primeras protestas y reconocido que las iniciativas para salvar el parque son «justas y legítimas». Arinc, sin embargo, matizó que estas disculpas no son extensibles a personas como Ugürcan, a quienes acusó de provocar «daños en las calles».

Las palabras del 'número dos' del primer ministro Erdogan tuvieron un efecto balsámico en el centro de Estambul, donde la jornada fue de auténtica fiesta durante el día, aunque por la noche volvieron a registrarse choques. «La clave es que no hay policías, si ellos no se acercan no hay problemas. Todo lo que ha pasado es culpa de su brutalidad», opina Goglar Paldar, profesor de inglés de 21 años y miembro del Partido Comunista, una de las formaciones más visibles en la plaza gracias a sus estandartes rojos. No están a pie de calle, pero los helicópteros sobrevuelan constantemente el centro de la ciudad que ha adoptado una imagen que recuerda a la de la mítica plaza de Tahrir en El Cairo. «La gran diferencia es que en Egipto las potencias extranjeras apoyaban a los manifestantes y aquí, en cambio, todos los gobiernos fuertes están del lado de Erdogan, nos han dado la espalda», denuncia Paldar, que luce una camiseta con el lema «Inaceptable», un mensaje directo para el primer ministro.

Junto al rojo de los comunistas, el amarillo del Partido de la Paz y la Democracia (BDP) kurdo. Bailan en corro, abrazados los unos a los otros y hay incluso una persona con la bandera turca al cuello. Hace un mes de la firma de la tregua entre el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y Ankara, y los kurdos «nos sumamos a esta protesta con doble felicidad, por primera vez estamos todos los opositores juntos», apunta Ahmed Yiner, estudiante recién llegado de la lejana Batman. «La gente se ha sorprendido por la brutalidad policial, pero nosotros la sufrimos desde hace décadas», subraya Yiner emocionado mientras sus compañeros lanzan gritos a favor de «Apo» (Abdulá Ocalan).

«Verano turco»

Media docena de vehículos policiales calcinados forman una especie de museo improvisado al aire libre de este «verano turco», como lo han bautizado algunos analistas inspirándose en la 'primavera árabe'. Junto a ellos dos unidades móviles de cadenas nacionales también están despanzurrados en mitad de la plaza, víctimas de la ira de unos manifestantes que han encontrado en las redes sociales su único medio eficaz ante la censura impuesta por las autoridades. Mientras Estambul y Ankara ardían, cadenas turcas como CNN emitían reportajes de fauna marina.

El ministro de Interior, Muammer Guler, compareció ante el Parlamento para hacer un balance de daños y elevó a 30 millones de euros las pérdidas por la violencia callejera. En 77 de las 81 provincias del país se han registrado movilizaciones. Erdogan no varió su agenda pese a las protestas y hasta mañana no regresará a Turquía. Según declaraciones a la prensa turca que le acompaña en la gira oficial a Marruecos, Argelia y Túnez, el primer ministro habría confesado que «cuando llegue solucionaré el tema». Los manifestantes de Taksim y demás plazas de todo el país piden a gritos su dimisión.