MUNDO

Apasionada de los tacones de aguja

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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En un mundo sexista donde Hillary Clinton tuvo que explicar muchas veces por qué había cambiado el secador por la coleta, Kathy Ruemmler ha pecado de lo contrario. Su elegante estilo y su colección de tacones de aguja de diseño han opacado su inteligencia.

«Puede decir más de Washington que de la asesora legal de la Casa Blanca el que se la conozca en el Ala Oeste por sus fabulosos zapatos», decía un perfil de ella publicado el lunes en 'The Washington Post'. Fue la chispa que prendió la cólera del feminismo estadounidense, cargado de buenas razones sobre la exigencia de imagen que se pone sobre las mujeres de éxito profesional.

«Como mujer y como abogada, estoy ofendida», escribió indignada en 'The Huffington Post' la columnista Debbie Hinnes, fundadora de Legalspeaks.com. «Es una bofetada para todas las mujeres y particularmente para Ruemmler, que ha llegado a la cumbre de su carrera como asesora legal de la Casa Blanca para que se la conozca por sus zapatos en lugar de su talento legal. Quiero que se hable en los medios de las mujeres en puestos de alto perfil por sus habilidades e intelecto, no por sus zapatos, su peinado o su vestuario».

A Hinnes no le falta razón, pero en lugar de indignarse con la sociedad lo hacía con 'The Washington Post', al que exigía una disculpa pública, a pesar de que la autora del artículo, Juliet Eilperin, aclaraba que eso dice más de la clase política que de la mujer a la que describía.

Meticulosas discusiones

En cualquier caso su habilidad para pasarse el día en tacones de aguja de diez centímetros de altura solo le añade puntos de supermujer a esta abogada de 42 años con la que Obama, que fuese director de la revista 'Harvard Law Review', se enzarza a menudo en meticulosas discusiones legales. «Un momento, ¿dónde está mi abogada?», suele decir a la menor duda. Ruemmler, en sus tacones, siempre está a mano. Según 'The Washington Post' a menudo manda correos electrónicos de trabajo a las 2 o las 3 de la madrugada y todavía saca tiempo para ir al gimnasio y comprar los fabulosos Manolo Blahnik o Christian Louboutin en los que ya se fijaba 'The Wall Street Journal' en el juicio de Enron.

En lo que ni las feministas ni 'The Washington Post' se han querido meter es en que Ruemmler esté soltera y sin hijos, un precio que pagan muchas mujeres por el éxito profesional del que disfrutan sin remordimientos los hombres que delegan esta labor en sus esposas. Pero eso es otro avispero en el que mejor no meter los dedos.