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La Ópera de El Cairo se rebela contra el Gobierno islamista
Los profesionales van a la huelga para forzar la dimisión del ministro de Cultura, al que acusan de «intentar cambiar la identidad» de Egipto
EL CAIRO. Actualizado: GuardarRadamés no lloró esta semana su amor por Aída ni pudo celebrar su victoria sobre los etíopes. Cuando se alzó el telón, los faraones, sacerdotes y guerreros del antiguo Egipto llevaban pancartas en las que se leía «¡batel!» (¡ilegítimo!) y «¡erhal!» (¡vete!). Las consignas que se escuchan desde hace más de dos años en la plaza Tahrir resonaron esta semana en la Ópera de El Cairo, donde su compañía al completo, vestida hasta el último detalle para interpretar la obra de Giuseppe Verdi, se ha puesto en pie de guerra contra el nuevo ministro de Cultura y lo que los artistas interpretan como un intento de «islamización» de las artes en Egipto.
Las orquestas, el ballet, el coro, la compañía de cantantes y los técnicos y administrativos de la Ópera de la capital del país han iniciado una huelga indefinida en solidaridad con la destituida directora de este centro cultural, el más importante del país, y para exigir la dimisión del nuevo ministro, Alaa Abdelaziz, al que acusan de «intentar cambiar la identidad de este país», tal y como explicó el director de la orquesta, Nayer Nagui, durante el acto de protesta.
«En algo más de dos años hemos tenido cinco ministros de Cultura. La mayoría han abandonado el cargo porque no tenían la libertad suficiente para hacer su trabajo, hasta que al final han nombrado al sexto, uno que está en sintonía con los Hermanos Musulmanes», denuncia Erminia Gambarelli, la directora artística de la Compañía de Ballet de la Ópera.
Abdelaziz ha llegado como un tsunami al Ministerio de Cultura y en poco menos de un mes ha destituido a la directora de la Ópera, Ines Abdeldayem, al director del departamento de Bellas Artes, la máxima autoridad de museos y exposiciones, e intentó hacer lo propio con el director de la Academia de las Artes, hasta que se dio cuenta de que solo un decreto presidencial podía hacer que abandonase el cargo. La preocupación dentro del sector es evidente.
Tras caer el telón en la noche del martes sin que se hubieran escuchado los acordes de 'Aída', Gambarelli, que lleva 30 años en Egipto y fue primera bailarina de la compañía, mostraba en su pequeño despacho de la Ópera un recorte de periódico sin ocultar su agitación y preocupación. «¡Dicen los salafistas que hay que cerrar el Ballet porque bailamos desnudos!», señalaba esta italiana en referencia a la intervención en el Consejo de la Shura de Gamal Hamed, un diputado miembro del partido salafista Al Nur, que aseguró esta semana que las actuaciones de ballet en la Ópera servían para difundir la inmoralidad y la obscenidad.