Los novios se besan en el Ayuntamiento de Montpellier. :: REUTERS
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La boda de Vincent y Bruno convulsiona a una Francia dividida

El Ayuntamiento de Montpellier acoge el primer matrimonio gay en un clima enrarecido por las manifestaciones homófobas

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Quién lo hubiera dicho. En la muy docta, ilustrada y laica Francia se ha armado la de Dios es Cristo. Y todo por culpa de la ley que regula las bodas homosexuales. No han faltado palizas -casi matan a un holandés que paseaba con su novio- y hasta el suicidio de un historiador ultraconservador, Dominique Venner, que se pegó un tiro en la catedral de Notre-Dame «para despertar las conciencias dormidas».

La última algarada, instigada por la derecha y las parroquias, concentró el pasado domingo a unas 150.000 personas (un millón, según los organizadores) y sirvió para calentar motores de lo que muchos han catalogado como «la boda del siglo». Vaya paradoja. De no ser por las broncas que han montado los homófobos más radicales, el 'sí, quiero' que dieron ayer en Montpellier Vincent Autin y Bruno Boileau -elegantísimos, ante 200 amigos y familiares- no se habría convertido en una de las noticias más importantes del día. ¡En todo el mundo!

Más de 130 periodistas -incluida la cadena árabe Al Jazeera- abarrotaron la sala de honor del consistorio para no perder detalle. El acto también contó con la presencia de la ministra de Derechos de las Mujeres, Najat Vallaud-Belkacem, y de la titular de la cartera de Familia, Dominique Bertinotti. Otra francesa de rompe y rasga se encargó de oficiar la boda: Hélène Mandroux, alcaldesa de Montpellier. Ahora bien, para mujer de carácter, la madre de Vincent, que siempre encabeza las manifestaciones en favor de gays y lesbianas con una pancarta que reza 'Orgullosa de un hijo homosexual'.

Dice que ya le ha olvidado «el susto» que se llevó cuando el crío le confesó sus preferencias sexuales. Se acababa de quedar viuda, allá por 1990, y no quería «más problemas». ¡Agua pasada! Ahora está «felicísima» ante la idea de ser abuela porque su hijo -ferviente activista de la causa gay- quiere adoptar cuanto antes. Vincent tiene 40 años, trabaja en la oficina de turismo de Montpellier y es un tipo que no se arruga. Apasionado del rugby y los coches, conoció a su marido en 1996, en un foro de fans del cantante Christophe Willem, y parece que no le costó cambiar sus gustos... No los musicales. Bruno -diez años más joven que él- era heterosexual hasta que se enamoró de Vincent. El chico, con 23 años, no dudó en trasladarse a Montpellier, donde consiguió plaza de funcionario y lo demás es... historia.