Aspecto de la exposición que la Fundación Mapfre, en Madrid, dedica al influyente y reconocido fotógrafo estadounidense Emmet Gowin. :: KOTE RODRIGO / EFE
Sociedad

Emmet Gowin, la magia de la naturalidad

La primera gran retrospectiva en Europa del fotógrafo reúne 180 imágenes de un clásico contemporáneo

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Sus imágenes son intemporales. Sus paisajes remiten a los grandes pioneros del XIX. Sus fotos de familia tienen un aire clásico que alterna naturalidad, intensidad, elegancia y ternura. Emmet Gowin (Virginia, 1941) es un clásico vivo, un genio de la fotografía contemporánea que ha asimilado lo mejor de la tradición y cuya poderosa obra no se había expuesto ni en España ni en Europa. La Fundación Mapfre, en Madrid, nos descubre su mágica sencillez a través de la primera retrospectiva de Gowin a este lado del Atlántico. También la más extensa. Revisa el trabajo de cinco décadas de este delicado y sutil creador que comenzó fotografiando a su familia en los años 60 y acabo divisando el planeta y sus desastres a vista de pájaro.

Desde el aire ha captado Gowin los paisajes andaluces que incluye en esta muestra por encargo de Mapfre. Imágenes inéditas y las únicas en color de las casi 200 que ofrece la exposición comisariada por Carlos Gollonet.

La muestra, fruto de la primera colaboración entre Mapfre y PhotoEspaña, es una oportunidad única para descubrir y disfrutar de la singular obra de Gowin, un maestro contemporáneo para la crítica, dueño de un estilo propio y reconocible. Fiel al blanco y negro casi siempre, es capaz de obtener hoy con una técnica digital «adoptada sin traumas» texturas propias de los pioneros de daguerrotipo y los sistemas anteriores a la película química con la que Gowin trabajó hasta hace nada.

El comisario lo avala como uno de los fotógrafos «más originales, innovadores e influyentes de los últimos cuarenta años». Su discurso cronológico aborda los «grandes temas» de Gowin. «Sus imágenes, elegantes y nada convencionales, testimonian un mundo común y exótico a la vez», apunta. En sus imágenes más tempranas se percibe la influencia de maestros como Robert Frank, Henri Cartier-Bresson o Walker Evans. Estamos a principios de los 60 y Gowin se aferra a su primera Leica de 35 milímetros que solo avanzados los años 70 cambiara por una Hasselblad.

La figura de Edith Morris, la mujer del artista, articula el interés de Gowin por la figura humana. A través de su esposa, los hijos del matrimonio y el extenso entorno familiar canalizó su singular inquietud artística. Sus íntimas imágenes desvelan la aventura que arranca con esas fotos «tocadas de gracia, desafectación y asombro», segun Gollonet. «Eran los años de la guerra de Vietnam. Pensé que estas fotos serían las que debería mostrar a mis amigos cuando volvieran del combate y preguntaran qué había sido de mi vida», explicó muy emocionado el tímido fotógrafo. «Era mi manera de cuidar de mi entorno, lo más preciado para mí, de reafirmar lo realmente importante en la vida». «Cuando quieres mucho a alguien le quieres dar toda tu atención», se justifica.

Las íntimas imágenes reflejan la sexualidad, el amor, sus afectos y relaciones personales desde la sensibilidad y la cercanía. Dan paso en los 70 al interés de Gowin por el paisaje. Recorre diversos enclaves de Europa, Asia y América para ensalzar la belleza de la naturaleza sin renunciar al clasicismo que hace intemporales sus imágenes. Hay instantáneas tomadas en Italia entre 1975 y 1985 que preceden a un cambio decisivo en su carrera: la erupción en el monte Santa Helena en Washington y su interés por documentarlo que le llevó a explorar la fotografía aérea. Una curiosidad que aún perdura.

Sin ser un activista ambiental, sobrevoló una Checoslovaquia plagada de centrales térmicas, los desiertos de Nevada donde el ojo percibe como un paisaje lunar la brutal devastación de terreno por las pruebas nucleares o los círculos de irrigación y el absurdo consumo de agua en Kansas. Heridas del planeta que contrastan con la belleza clásica de la ciudad de Petra o las imágenes inéditas de la Andalucía contemporánea retratada a vista de pájaro en octubre pasado. Gowin realizó en dos días una treintena de imágenes de paisaje granadino «tan desconocido como fascinante». Un hallazgo que prueba para él, «como dice la Bilblia, que Dios da ojos a quien quiere ver».