ESPAÑA

El duelo silencioso de los que no se subieron a ese avión

MADRID. Actualizado: Guardar
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El del Yak-42 fue el segundo vuelo en el reemplazo para las tropas españoles destacadas en Afganistán programado en mayo de 2003.

Doce días antes, el 14 de mayo, regresó a casa el primer grupo, formado por cerca de 40 militares. El destino quiso que ocuparán un asiento en ese avión, un Tupolev, y no en el Yak-42. La diferencia entre volar en un modelo de aparato u otro, según dijo meses después el entonces ministro de Defensa José Bono, se debió a criterios de ahorro, que cifró en menos de 6.000 euros.

Algunos de los militares del Tupolev incluso tenían reservada plaza para viajar el fatídico 26 de mayo. Era el caso de cinco miembros del equipo de Cooperación Cívico-Militar, encargado de entablar relaciones amistosas y de pacificación con los lugareños. El oficial al mando de la misión optó en el último momento por adelantar su fecha de regreso tras dar su misión en Afganistán por completada. Una decisión en principio intrascendente, pero que a la postre les salvó la vida.

Las cuatro decenas de militares que viajaron a España en el primer Tupolev no olvidan la tragedia en la que fallecieron sus compañeros de armas, con los que convivieron codo con codo durante meses. Al igual que para los familiares, para ellos el día de hoy tampoco será una fecha cualquiera.

El no compartir el destino de los 62 fallecidos no les ha librado de tener que vivir con ello. De hecho, varios han tenido que recibir asistencia psicológica durante estos años.

De aquel contingente que llegó a salvo muchos militares permanecen en activo y han regresado en repetidas veces a Afganistán. Pero pese al tiempo transcurrido prefieren guardar silencio. El duelo en este décimo aniversario lo llevarán por dentro y callados.