Sociedad

La delicadeza salvaje de Robert Mapplethorpe

La sensualidad extrema del genial fotógrafo palpita en las 'esculturas de luz' que exhibe Elvira González

MADRID. Actualizado: Guardar
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La misma pasión por el cuerpo que expresa el David de Miguel Ángel movió al fotógrafo Robert Mappelthopre (Nueva York, 1946-Boston, 1989) para realizar sus anatómicas y sensuales 'esculturas de luz'. Su fascinación por la anatomía masculina, sin desdeñar la femenina, es uno de los puntales de la magistral obra del irreverente y pasional creador, hito de la fotografía del siglo XX cuya vida truncó tempranamente el sida. La galería Elvira González recrea ahora la indesmayable pasión de Mapplethorpe por la belleza corporal en la muestra que abre este jueves. Es la segunda exposición que le dedica la galería, que mostró en 2011 una selección de sus imágenes hecha por Pedro Almodóvar.

En cartel hasta el 19 de julio, la muestra forma parte del festival Off del PHotoEspaña 2013. Reúne 32 obras realizadas entre 1980 y 1989. Imágenes que no han perdido un ápice de su potencia, tan atractiva como provocadora. Más suaves que las que hace cuatro décadas causaron el arresto del director del Centro de arte Contemporáneo de Cincinnati, acusado de inmoralidad por exhibir las incorrectas visiones de Mapplethorpe. Un escándalo que se repetía en la fundación Corcoran de Washington a finales de los 80.

La selección incluye imágenes inspiradas en las formas y detalles del cuerpo humano, sobre todos desnudos masculinos, junto retratos de una de sus modelos fetiche, Lisa Lyon. Primera culturista campeona del mundo, musa y confidente de Mapplethorpe, como Patti Smith, con quien compartió anhelos y sueños en el Soho neoyorquino.

No faltan las imágenes de formas vegetales, animales y objetos que plantean contrastes de luz y geometrías sugerentes, otro elemento distintivo del trabajo de Mapplethorpe, a caballo entre el lado salvaje de la vida y la estética más delicada.

Más formalista y polémico que provocador, su obra rezuma sensualidad. Y no tanto los motivos que elige cuanto por la rotundidad de sus formas y superficies, elementos claves de su imaginería, y su temprano gusto por el detalle y la calidad formal. En esta clave se movió desde su suerte de pop inicial hasta los retratos, flores y desnudos de los 80.

Indómito

Exiliado formal y vital del mundo «respetable» para la mayoría, Mapplethorpe eligió tarnsitar por sendas idómitas. De cerrada educación católica, su estancia en el marginal Soho le marcó hasta el punto de acabar devorado por su propia religión: el sexo. «Si lo he fotografiado, lo he practicado» reconoció.

Consecuentemente, sus exposiciones desencadenaban el escándalo. Sin embargo, su poderoso legado de 'fotogafías esculpidas' trasciende el primer impacto visual, de modo que el posible rechazo ante la crudeza de su obra, pornográfica para algunos, se torna en fascinación.

Aunque trabajó ocasionalmente en color, se mantuvo fiel a la elegancia minimalista del blanco y negro. Inquieto e iconoclasta, incorporó nuevos formatos y técnicas a su obra, desde las convencionales placas de gelatina y plata hasta fotograbados, platinotipias sobre papel y tela y cibachrome con dye transfer.

Mapplethorpe inició su andadura creativa en Nueva York a finales de los 60. Nunca se consideró fotógrafo en el sentido literal, ni aspiraba a serlo. Completó sus estudios de arte en el Pratt Institute de Brooklyn, donde cultivó el dibujo, la pintura y la escultura. Sus primeras fotos son de principios de los 70, como las Warhol o David Hockeny. Casi siempre en polaroid, captaban su entorno más inmediato, reflejando la sordidez de los ambientes underground. En esos años también realiza collages. Todavía en esa época la fotografía le resultaba un mundo desafiante, pero ya exploraba la idea del objeto encontrado y cuestionaba las tradicionales nociones de autoría y originalidad.

En 1973 llega su primera exposición individual, 'Polaroids' en la Light Gallery de Nueva York. Dos años más tarde el comisario Sam Wagstaff, futura pareja y mecenas, le regala una cámara Hasselblad de formato medio con la que fotografia a sus amigos: artistas, músicos, estrellas del porno y miembros de la escena sadomasoquista y marginal. Realizó trabajos comerciales como portadas para álbumes de Patti Smith, para evolucionar en los 80 hacia el refinamiento y la acentuación de la belleza clásica en unas imágenes que, sin ocultan sus pulsiones homosexuales, trata ya como esculturas.