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«Es imposible salir de ahí con vida»

Obama declara la región zona de desastre y ofrece a las autoridades locales «toda la ayuda que necesiten» El devastador tornado que arrasó Oklahoma deja al menos 24 fallecidos y pérdidas millonarias

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Después de haber vivido cuatro tornados en poco más de una década, los habitantes de Moore (Oklahoma) pensaban que estadísticamente ya habían batidos sus probabilidades de volver a tocarse con un fenómeno tan virulento que pasa una vez cada 400 años, dijo el alcalde Glen Lewis en 1999. El lunes volvió el monstruo, con más fuerza que nunca. Ninguna experiencia previa podía prepararlos para lo que ocurrió.

«En un instante, barrios enteros desaparecieron», contó ayer el presidente Barack Obama, que ha prometido ayuda inmediata al pueblo reducido a escombros. Miles de personas deambulan por las calles como almas en pena en busca de sus seres queridos. «Esta era la tormenta de las tormentas», sentenció el jefe de policía de Oklahoma, Jerry Stilling. «Cuando uno lo ve sólo piensa que es imposible que alguien haya salido de ahí con vida, y sin embargo sabemos que sí».

De los que se arrastraron por debajo de los escombros para volver a la vida, un total de 237 fueron hospitalizados, de entre ellos 70 niños aterrados que nunca olvidarán una experiencia tan traumática.

El tornado, que tocó tierra cuatro minutos antes de las tres de la tarde -hora local- pasó en el suelo cuarenta minutos azotando primero los aledaños de Newcastle y luego el gafado pueblo de Moore, que ha dejado reducido a unas pocas casas. De sus 55.000 habitantes, 20.000 familias se han quedado sin hogar. Los restos de sus viviendas se encontraban ayer hasta en Tulsa, a casi 150 kilómetros de distancia. La buena noticia es que en las primeras 24 horas los equipos de emergencia han logrado rescatar con vida a más de cien personas y la cuenta de muertos ha bajado a la mitad, engrosada en los momentos iniciales de caos por conteos dobles. Con todo, al menos nueve niños se encuentran entre los 24 muertos oficiales y muchos padres esperaban ayer junto a las ruinas del colegio Plaza Towers, que fue engullido por el remolino negro de tres kilómetros de ancho. El tornado escupió la escuela en una montaña de escombros, como todo lo que pilló en 32 kilómetros.

«El hospital parece que lo han bombardeado, nunca he visto un edificio de esa magnitud destruido así», dijo impactado el congresista Mark McBride, que en particular echaba de menos un 7 Eleven del que no había quedado ni el cartel. La calle Cuarta, la arteria comercial de la ciudad, era campo a través en el que no había ni escombros que rebuscar. La gobernadora Mary Fallin recorrió ayer en helicóptero el paso del tornado y aterrizó con el corazón encogido. «Es difícil de mirar, no queda nada», suspiró.

Durante la última década los habitantes de Moore han escuchado todo tipo de mensajes públicos sobre lo que tenían que hacer en caso de que la naturaleza volviera a castigarlos, pero cuando volvió el tornado todas las previsiones se quedaron cortas. Los servicios meteorológicos apenas pudieron dar 16 minutos de aviso antes de que se formara.

Los mejor preparados

«Sonaron las sirenas, cogí una almohada y me senté en el suelo del armario con ella en la cabeza», contó entre sollozos Barbara Jarrell a CNN. «Durante dos o tres minutos lo escuché acercarse, sonaba cada vez más fuerte. Luego oí estallar las ventanas y después fueron mis oídos los que petaron. Sentí que la casa se desmoronaba y las vigas se me cayeron encima. No sé cómo estoy aquí, yo no debería estar viva». Las imágenes de su hogar totalmente aplanado daban fe del milagro, que no era el único.

Barbara Garcia, una anciana que llevaba años pensando dónde refugiarse en caso de que volviera un tornado, no dudó en acurrucucarse con su perro en la bañera. Pronto lo vio volar por los aires, flotando con el taburete del baño. Después se le cayó encima el techo y las paredes. «Nunca perdí el conocimiento, sé exactamente cómo ha llegado a quedar así esta casa», dijo señalando la pila de escombros de lo que hasta el lunes era su hogar. Después de perder todo lo que tenía, solo le quedaba una cosa por la que rezar: encontrar a su perro. Obcecada en que estaba vivo, la anciana se tambaleaba deambulando por encima de los tablones, que amenazaban con puntillas oxidadas, mareada por el olor a gas. Las cámaras de una televisión local fueron testigos del momento en que el terrier herido asomó el hocico entre los escombros al oír la voz de su dueña.

El tornado que en 1999 arrasó Moore arrastraba vientos con velocidad de avión, de hasta 512 kilómetros por hora. Eran los más fuertes nunca registrados en el planeta. Con todo, los que vivieron aquél y este, incluyendo el alcalde, que vuelve a repetir cargo y desastre, insistían en que el de este lunes ha sido tres veces más devastador.

El presidente ha declarado la región zona de desastre y ha dado órdenes de que las autoridades reciban toda la ayuda que necesiten «ahora mismo». El portavoz del Congreso John Boehner ha prometido que esta vez colaborará con el mandatario para que no pase como en Nueva York después del huracán Sandy, cuando el Congreso retrasó dos meses la votación para dotar de fondos la reconstrucción. «Y si hay alguna esperanza a la que agarrarse, es que la buena gente de Oklahoma está mejor preparada para este tipo de desastres que nadie», se consoló Obama.