Conquistadores conquistados
La peripecia del navarro Pedro de Ursúa en pos de riquezas fabulosas y su pasión por la mestiza Inés de Atienza inspiran 'La serpiente sin ojos' El colombiano William Ospina concluye su trilogía sobre el Amazonas y 'El Dorado'
Actualizado: GuardarEl poeta y ensayista colombiano William Ospina (Padua, 1954) no soñó con ser narrador. Pero ha culminado una ambiciosa trilogía sobre el descubrimiento y la conquista del Amazonas con 'La serpiente sin ojos' (Mondadori), cuyos pilares son el viaje, la guerra, y el amor. La tercera y definitiva novela es un viaje a las emociones y sentimientos, «por la selva interior de los conquistadores» a través de Pedro de Ursúa, uno de aquellos hombres que quisieron conquistar un territorio selvático y «acabaron conquistados por la selva, por el mito de 'El Dorado' y por unas pasiones tan fuertes como sus propias aventuras».
La maquinaria fabuladora de Ospina se puso en marcha con cincuenta años y gracias a otro aguerrido poeta del XVI, el sevillano Juan de Castellanos, autor del vasto poemario 'Elegías de varones ilustres de Indias', 113.609 versos que cantan el encuentro entre el nuevo y el viejo mundo. Su lectura en el quinto centenario del Descubrimiento «fue reveladora». Ospina le dedicó el ensayo 'Auroras de sangre', precursor de esta trilogía en la que la prosa se contamina de poesía «y que me ha cambiado como persona y escritor».
Arrancó su desafío narrativo con 'Ursúa', -la guerra- continuó con 'El país de la canela' -el viaje, que le daría el premio Rómulo Gallegos- y lo cierra con esta novela -el amor- después de un periplo por ese río «magnífico, seductor y mortal» al que los indígenas llaman la serpiente sin ojos y que tantos remontaron en busca de 'El Dorado', «el gran y poderoso motor de la conquista».
Barbarizados
Una leyenda que aún pervive y que, según Ospina, tiene mucho que ver con la idiosincrasia de su país, sus ambiciones, y la violencia que lo castiga. «Sigue muy vivo en Colombia. La aparición de riquezas, sea a través del oro, la canela, las perlas, el café, las esmeraldas, la marihuana o la cocaína, genera una casta de guerreros dispuestos a apropiársela; causa guerras y fiebres como la de 'El Dorado'» asegura. «Origina fabulosas fortunas comparables al oro de la conquista, como el fenómeno cíclico de violencia y avaricia es parejo a los peores momentos de la conquista» sostiene Ospina.
El hilo conductor del 'La serpiente sin ojos' es la peripecia del navarro Pedro de Ursúa, que llegó a América con 17 años, fundó ciudades antes de cumplir 20, guerreó sin desmayo en Colombia y remontó el Amazonas y el Marañón hasta que la legendaria belleza de una mestiza, Inés de Atienza, lo trastocó. Fue asesinado por diez de sus hombres de confianza capitaneados por Lope de Aguirre, con quien inició su viaje amazónico «y a cuya sombra pasó a la historia un Ursúa que explica la conquista mucho mejor que su demencial y muy explotado asesino».
Por Castellanos conoció Ospina la azarosa vida de Ursúa «que antes de remontar el Amazonas forjó ese arquetipo del guerrero colombiano que aún persiste». Tras narrar las guerras y vicisitudes de Ursúa tras los pasos de Orellana en busca y de la valiosa canela y eloro de 'El Dorado', con veinte años de dedicación, cierra el ciclo con la historia de un hombre blindado a la piedad «pero no a una pasión que se torna tan extrema como sus épicas aventuras».
«El contacto con la naturaleza salvaje barbarizó a unos conquistadores en conflicto consigo mismos. Se sentían fuera de la civilización, de su cultura, a merced de sus pasiones», asegura Ospina. Como Lope de Aguirre «que se siente conquistado por la selva que quiso conquistar, novelo sobre quienes sienten también que es difícil llevar la civilización a un mundo nuevo, que se apartan de su civilización y profanan todas las leyes en nombre de la Ley».
En aquel encuentro «violento y apasionado» entre dos mundos «se vivió ya la guerra de la globalización». «La conquista estuvo plagada de crueldades, sí, pero también de perplejidad y asombro. La Europa del Renacimiento también se enamoró de ese mundo ignoto y fabuloso», dice un Ospina que permitió «que el río se llevara mi incial exceso de celo por la historiografía y las fuentes, para dejar vivir a los personajes y explorar su selva interior».