Comprometida filtración
Actualizado: GuardarCuando se hicieron públicos esos papeles temblaron todos. Los políticos llamaron a sus asesores, los asesores a sus secretarios y los secretarios a sus farmacéuticos de cabecera. Ninguno podía explicarse cómo habían podido filtrarse los nombres con las compras irregulares que se habían estado llevando en la Bahía. Un sector de la sociedad habló de una revuelta encubierta para socavar las instituciones; su oposición, de una conspiración alimentada por el empresariado más retrógrado. Los minoritarios fueron los más contundentes: «Sí, pero, ¿nadie se acuerda de Franco?»
Los nombres salían a borbotones de aquellos papeles, aunque todos negaron su implicación. Algunos dicen que fue por venganza y otros que por despecho. La mayoría, que alguna deuda impagada provocó esa filtración tras alguna copa facturada a un sindicalista viajero.
Pero estaban todos los nombres y, de ellos, derivarían los hombres. El escándalo era sabroso porque aparecía, al lado de cada cual, lo que había adquirido. Ellos lo negaron al principio pero, finalmente, se rindieron a la evidencia. Un gallego de un freidor de Cádiz confesó que era cierto que había encargado medio kilo de 'bienmesabe' en el Deán, lo que hizo bajar la cotización de las puntillitas en el Mercado. Aquella camarera isleña reconoció que sí, que esas tortillitas de camarones en el Paseo Marítimo las pidió ella; el flamante hostelero del centro de El Puerto que bueno, que tampoco había nada malo en que esa copa de fino fuera de Chiclana. El famoso bodeguero de Chiclana, por su parte, convocó una fría mañana de mayo a los medios de comunicación. Sacó sus papeles. Él había cometido el peor de los deslices y lo sabía. Trató en un primer momento de hablar de los proyectos que había en marcha en la empresa, de su apuesta contra el desempleo y de que la crisis lo había machacado. Pero llegó el momento de la verdad. «Es mi deber reconocer que, según las investigaciones profundas que se han realizado, y en un esfuerzo por llevar la transparencia a todos los ámbitos de la vida gastronómica, esos chicharrones a los que la prensa ha hecho referencia en las últimas semanas, parece que no eran de Chiclana, sino de Paterna». El revuelo en la sala de prensa no se hizo esperar. En la calle, comenzaba la revolución.