UNA UNIÓN RESISTENTE
Actualizado: GuardarLa Unión Europea es el mejor invento que los políticos europeos han alumbrado a lo largo del siglo XX. Sin embargo, a estas alturas de la crisis, algunos dudan de su capacidad de supervivencia, alertados por los fallos de diseño de la moneda común y la lentitud y las contradicciones con las que se pone en pie una nueva arquitectura económica y financiera. La situación de recesión y alto desempleo en al menos la mitad de la Unión alimenta el escepticismo, el populismo, el proteccionismo y el nacionalismo, fuerzas destructivas que chocan con el andamiaje de ideas y valores en la base de la integración.
¿Tiene la Unión capacidad suficiente para resistir estos embates y renovar su amenazado contrato social? A mi entender, sí, siempre que se cumplan tres condiciones.
La primera de ellas es separar todo lo posible el cuestionamiento del euro de la pregunta sobre si es deseable o no la integración europea. La moneda común es una parte importante del proyecto, pero no define su esencia ni debe condicionar todo su futuro. Hoy sabemos que la puesta en marcha del euro se hizo sin contar con los elementos suficientes para que fuera sostenible, y que su primera década de vida fue desaprovechada por los políticos europeos para rediseñar la moneda mientras hacía buen tiempo. Pero la constatación de estos errores no debe hacernos perder la perspectiva sobre nuestro ser europeo, algo que no es cuestionable, ni acerca de las enormes realizaciones políticas y económicas a lo largo de estos sesenta y dos años de integración. Europa no es el euro, es el oxígeno que respiramos.
La segunda condición es contar con políticos que se sientan responsables de ella (si pidiéramos liderazgo y visión a largo plazo pecaríamos de utópicos). Esta responsabilidad se traduce en poner en pie sin mucha más demora los elementos esenciales de una unión bancaria y una unión fiscal. Hay márgenes de acuerdo sobre qué es 'esencial' y los tratados europeos y sus aledaños ofrecen flexibilidad suficiente para dar cabida a estos pactos.
Finalmente, la Unión solo podrá renovarse si evita el regreso a la mentalidad elitista de sus primeras décadas. La receta es más democracia a escala europea, con instituciones que no aspiren a regularlo todo y que hagan mejor dos cosas, rendir cuentas y debatir y politizar las importantes decisiones que en nuestro nombre se toman en Bruselas.