Sociedad

Corrida de toros sin caballos

Manzanares sale a hombros y El Fandi corta una oreja ante un flojo encierro de Juan Pedro Domecq

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Meció la verónica Morante con garbo y maestría en su primer contacto con la endeble embestida de la anovillada res que abrió plaza. Animalito que se desploma con estrépito al topar con la cabalgadura, por lo que el tercio es cambiado sin recibir castigo alguno. Muleta en mano, el de La Puebla adopta figura elegante, donosa compostura, solemnidad en el cite... pero faltaba el enemigo. El animal no podía con su cuerpo, se caía, se paraba y hasta daba pena. Paradojas de la fiesta actual, lo que debía dar se convierte en algo digno de conmiseración. Y para completar el cuadro del esperpento, Morante, olvidado ya de finas composturas, se dedicó a pinchar con denuedo al animalito, que, en el colmo de la nobleza hasta murió en la arena de muerte natural, sin necesidad de espadas.

A partir de este primer episodio, superlativo en el dislate, el festejo transcurrió bajo las coordenadas plúmbeas del decastamiento y la falta de poder del ganado. Morante se esforzó luego ante el manso con cierto genio que hizo cuarto, animal que salió suelto de los capotes y que desarrollaría brusquedad y cortedad en sus embestidas. Al menos, fue el único toro de la suelta que recibió algo parecido a una vara.

David Fandila 'El Fandi' se encontró con dos ejemplares noblones y de fuerzas justitas, idóneos para desplegar su florido y espectacuular repertorio. Largas cambiadas, remates con medias verónicas de rodilla, galleo por chicuelinas, quites por lopesinas y de frente por detrás, en cuanto a la capa se refiere. En banderillas, sube de tono el interés con rehiletes prendidos al ganar la cara de sus oponentes tras carreras hacia delante, hacia atrás, con pares prendidos al violín, al cuarteo, de dentro afuera... Todo un compendio variado en palpable demostración de portentosas cualidades atléticas. Con la franela, sus trasteos los inicia de hinojos, misma posición en la que los concluye, y los basa en sucesivas tandas de derechazos a media altura. Cuando sus enemigos se empiezan a quedar cortos, recurre a los cites en cercanías para provocar sus embestidas. Faenas largas y hasta cansinas que rubricó de estocada desprendida en el segundo y tras varios intentos en el quinto.

Con un variado saludo capotero se presentó Manzanares, que desplegó verónicas y chicuelinas abrochadas con ceñida tafallera al recibir al tercero. Remató después un quite con una media invertida de airoso sabor. Aprovechó la boyante condición de su oponente, noble y repetidor, para dibujar series en redondo que poseyeron hondura, elegancia y temple. Sobria faena basada casi exclusivamente en el uso de la mano diestra, a la que puso abrochada con el epílogo de un estoconazo algo caído. En el sexto, que tardeaba en sus acometidas y no se entregaba en los engaños, puso empeño el alicantino aunque le resultó imposible armar faena.

Y con la salida de un torero a hombros y con el resto ovacionados, terminó esta corrida de toros sin caballos porque en ella quedó obviada y casi inédita la suerte de picar.