Uno de los momentos de la corrida de rejones celebrada ayer en Jerez. :: ANTONIO VÁZQUEZ
Sociedad

Grandes rejoneadores en Jerez, pero sin enemigos

La falta de casta de los astados de Fermín Bohórquez desluce la primera tarde de la feria taurina

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Comenzó la feria taurina de Jerez con la tradicional corrida de rejones, en la que, como también es habitual, se lidiaron toros de Fermín Bohórquez. Casa ganadera de gran arraigo y demanda en este tipo de festejos por la consabida nobleza y uniformidad que derrochan en sus embestidas los ejemplares de este hierro. Pero una cosa es la comodidad y la ausencia de indeseados sobresaltos y otra muy distinta es caer en la pérdida de raza y de cualquier atisbo de poder. Y esto es lo que volvió a suceder ayer, que la falta de casta de los astados convirtió al espectáculo en algo monótono, cansino y hasta previsible. Y estos son los peores calificativos que pueda merecer un espectáculo que sólo debe distinguirse por su grandeza. Ya se trate de lidia a pie o a caballo.

Tras templar y dominar las primeras acometidas briosas que presentó el primer toro, prendó Bohórquez un rejón en todo lo alto. Ahí se agotó, casi se puede decir, el exiguo capítulo de acometidas que desplegó el bóvido, pues la lidia se transformó desde entonces en un intento continuado por provocar arrancadas de un enemigo parado, rajado y decastado. No por ello dejaría de encontrar el jerezano el lucimiento, quien toreó a ambos toros con ceñimiento y donosura. Sobre todo cuando se empleó en el cite de costado para prender certeros pares de banderillas, verificadas, ora a una mano, ora a dos, con banderilla larga o con las cortas. Solventó el uso postrero del rejón de muerte mediante un eficaz metisaca y le concedieron la oreja. Trofeo que también consiguió después de despenar al cuarto con dos golpes de verduguillo, toro al que, a lomos de una preciosa yegua baya, había recibido a porta gayola y al que supo mantener en los medios en un vibrante y meritorio tercio rehiletero.

El segundo de la suelta mostró en seguida su condición suelta y distraída, haciendo caso omiso a los cites insistentes de la cabalgadura, sólo avivado tras la colocación del primer y único rejón de castigo. Lo que fue aprovechado por Diego Ventura para ofrecer una auténtica exhibición de toreo a dos pistas, a escasos milímetros de las astas de la res. Espectacularidad, excelsa doma, riesgo, precisión y pureza, compendio de virtudes toreras demostradas por el rejoneador sevillano en completísimos tercios de banderillas. Y como definitiva rúbrica, hasta salía de de la cara del toro con la alegría y luminosidad de aladas piruetas. Profusión rehiletera, que contó con el marrado epílogo en el manejo del rejón de muerte ante ambos enemigos. Pero ello no constituyó óbice para que el usía, ante la sorpresa general, le concediera las dos rejas del quinto., al que había pinchado en dos ocasiones.

Manolo Manzanares basó la lidia de su primero en realizar reiterados esfuerzos por sacarlo de los terrenos de dentro, territorio que le marcaba su natural querencia de manso. A pesar de ello, encontró el alicantino pasajes lucidos durante el segundo tercio, al clavar rehiletes de meritoria ejecución, que alternaba con momentos menos inspirados. Al conjunto de su actuación le faltó la redondez que las menguadas condiciones de sus oponentes tampoco le podían ofrecer. También erró en el uso de los hierros toricidas.