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Macabro cumpleaños en la 'casa de los horrores'
Ariel Castro obligaba a las tres jóvenes que mantenía cautivas en Cleveland a celebrar el día en que habían sido secuestradas
Actualizado: GuardarUna tarta y una cena especial recordaban cada año a Amanda Berry, Gina de Jesús y Michelle Knight el comienzo de su infierno. El 'día del secuestro' se había convertido en la 'casa de los horrores' de Cleveland, Ohio, en una macabra tradición en la que las tres jóvenes se veían forzadas a celebrar con su captor la fecha en la que fueron arrancadas de sus hogares. Como regalo, las víctimas eran invitadas a dar un paseo por la vivienda, una especie de consuelo para quienes permanecieron encadenadas y vivían permanentemente encerradas en habitaciones separadas. «Era como su nuevo cumpleaños», relata uno de los primos de De Jesús.
Los primeros testimonios de las jóvenes a la Policía de Ohio sacan a la luz la crueldad y frialdad con la que actuó su verdugo, un vecino de amable apariencia que hacía ondear en el porche de su vivienda una bandera de Puerto Rico e incluso se atrevía a llevar a invitados en su afán de dar muestras de normalidad. Como medida de precaución, Ariel Castro -que ayer compareció brevemente en un juzgado tras su detención el lunes y al que se le ha impuesto una fianza de 8 millones de dólares (unos 6 millones de euros)- subía el volumen de la música para evitar que algún extraño sonido pudiera destapar su secreto. Mientras, las jóvenes permanecían en la segunda planta del inmueble fuertemente atadas y con cintas en la boca. A lo largo de los diez años que permanecieron retenidas, tan solo pudieron salir hasta el garaje en un par de ocasiones. Unos breves instantes en los que, además de mantener todo el tiempo la cabeza hacia abajo, tuvieron que portar sombreros y pelucas para evitar ser reconocidas. Únicamente Jocelyn -la pequeña de seis años que tuvo Castro con Berry, fruto de una violación- logró salir al exterior. Su captor la habría llevado de paseo en varias ocasiones y, al ser preguntado por la niña, respondía que se trataba de una nieta o de la hija de su novia.
Violencia extrema
La serena apariencia que mostraba Castro con sus conocidos contrastaba con los episodios de extrema violencia que sufrieron Berry, De Jesús y, sobre todo, Knight durante su cautiverio. La mayor de las secuestradas, de 32 años, ha reconocido a los agentes que se quedó embarazada en cinco ocasiones en los últimos once años. Convencido de que no podía seguir adelante con la gestación, su verdugo dejó de darle alimentos durante al menos dos semanas para después golpearla repetidamente en el estómago hasta lograr que tuviera un aborto. Sobre la propia Knight recayó también la responsabilidad de practicar el parto de Berry. «Si el bebé muere, te mataré», le amenazó Castro, que nunca permitió que ningún médico les prestara asistencia a las jóvenes. El día en que Berry, de 27 años, dio a luz en una piscina de plástico para niños, la pequeña Jocelyn dejó de respirar durante unos minutos y estuvo a punto de fallecer de no haber sido por Knight, que continuaba ayer hospitalizada. Sus otras dos compañeras ya han regresado con sus familias, todavía en estado de shock y presas de una emoción inmensa por el reencuentro que añoraban desde hace una década. «Es un milagro que esto termine así», afirmó Rosa María, prima de De Jesús.
La liberación de las tres jóvenes no habría sido posible sin la rápida reacción de Charles Ramsey, un vecino que acudió hasta la vivienda al escuchar los gritos de Berry, que logró sacar el brazo por una puerta que se olvidó de bloquear Castro. «Fui a la entrada de la casa y me dijo 'Ayúdame, me han secuestrado. He estado aquí mucho tiempo. Quiero irme ahora mismo'», relató Ramsey, quien al no lograr abrir la puerta, la pateó y rompió la parte de abajo, por la que salieron gateando Berry y su hija. Fue entonces cuando llamaron al 911 y los agentes acudieron al rescate de De Jesús y Knight. La historia cobra aún más significado tras saberse que el héroe es un ciudadano que fue precisamente juzgado en 2003 por abusar y golpear a su exmujer.
El lunes, cuando Castro dejó abierta una puerta del interior de la vivienda, Berry pensó que se trataba de una prueba más de su agresor, que habitualmente simulaba algún descuido para ponerlas a prueba. Instantes después, el secuestrador regresaba para inspeccionar si alguna de las jóvenes había intentado moverse de su sitio y, en ese caso, arremetía brutalmente contra ellas. Pero ese día Berry salió de su habitación convencida de que tenía que arriesgarse a escapar, no solo por ella sino por el futuro que le podía esperar allí a su pequeña Jocelyn. Su desesperación quedó reflejada en la grabación de la llamada que realizó a los servicios de emergencia en la que pidió angustiada la inmediata llegada de los agentes, «antes que de que él regrese».