Miembros de la organización Guardian Angels protegen la casa familiar de Gina de Jesus, una de las secuestradas. :: EMMANUEL DUNAND / AFP
MUNDO

Cinco embarazos y un nacimiento en la 'casa de los horrores' de Cleveland

Ariel Castro, que perdió el derecho a visitar a sus hijas por las palizas que daba a su mujer, golpeó a las chicas secuestradas durante la gestación

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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«Hola, Amanda, ¿cómo estás?», dijo la voz gastada pero llena de ternura. «Hola, abuelita», le contestó desde el hospital Amanda Berry, la joven que acaba de recuperar la libertad diez años después de darla por desaparecida en la víspera de su 17 cumpleaños. «Nunca dejé de esperarte. Esa niña... ¿es tuya?», le preguntó. «Sí, abuelita, es mi hija, nació en Navidad».

Según las autoridades, la niña vino al mundo en una piscina inflable dentro de esa 'casa de los horrores' de la avenida Seymour de la ciudad estadounidense de Cleveland, en Ohio, donde al menos tres jóvenes vivieron durante una década en cautiverio, sometidas a continuas violaciones y palizas, alimentadas ocasionalmente con hamburguesas de un McDonald's cercano. Varias fuentes policiales de las televisiones locales han dicho que la pequeña de Amanda fue el único bebé que nació de los cinco embarazos gestados en la casa durante este tiempo. Ninguno de los otros sobrevivió, porque Ariel Castro, el hombre que presuntamente secuestró a las tres jóvenes, las seguía golpeando brutalmente durante sus embarazos.

Las mujeres que mantenía encerradas en el ático eran un secreto que nadie podía imaginar, pero muchos sabían que Castro era un maltratador. Especialmente su esposa, Grimilda Figueroa, que murió en abril del año pasado después de una vida infernal. Para entonces sus sinsabores con el marido del que se separó en los años 90 eran tantos que sus hijos ni siquiera lo mencionaron en la esquela.

Ariel Castro le partió la nariz al menos en dos ocasiones. El historial policial que presentó el abogado de Grimilda Figueroa en 1993, al pedir una orden de alejamiento, habla también de varias costillas rotas, dos hombros dislocados, un coágulo cerebral y al menos un diente arrancado. El juez le concedió la custodia de los hijos comunes y prohibió al padre visitarlos. Con todo, Castro, que había amenazado con matar a su familia, secuestraba a las tres hijas cada vez que quería.

De ellas se sabe que una, Arlene Castro, era amiga de una de las secuestradas, Gina de Jesus. Fue la última que la vio antes de desaparecer y la buscó después durante años. Otra, Emily Castro, creció tan traumatizada por los abusos de su padre que ahora cumple 25 años de prisión en Indiana por intentar asesinar a su propia hija cuando tenía once meses. Según los documentos judiciales, le cortó el cuello. Fue su madre, la mujer maltratada por Ariel Castro, la que salvó a la niña. El hijo varón de Castro, Ariel Anthony, pidió clemencia al juez en la sentencia alegando que su hermana sufría problemas mentales como consecuencia de los malos tratos del padre, pero no fue escuchado.

«Que se pudra»

Ariel Anthony Castro tiene ahora 31 años, trabaja en un banco en Columbus (Ohio) y ha borrado de su carné el nombre de su padre para identificarse solo por su segundo apellido. Ayer se quedó más horrorizado que nadie al saber que su progenitor estaba detrás de las desapariciones sobre las que él mismo escribió en 2004 en el periódico local 'Plain Press', cuando estudiaba periodismo. En el artículo, entrevista a la madre de Gina de Jesus, Nancy Ruiz, que habla del miedo que había desatado en el barrio. «No se merece vivir», murmuró el joven Castro cuando fue preguntado por su padre. «Que se pudra el resto de sus días en la cárcel. Solo me alegro de que las chicas estén vivas».

De Jesús, que fue secuestrada a los 14 años y recupera la libertad con 23, fue la segunda de las chicas en llegar a su hogar, después de pasar su primer día fuera de la 'casa de los horrores' en un hospital de Cleveland. Ninguna quiso hablar. La tía de Gina, Sandra Ruiz, dio las gracias a la multitud concentrada ante el domicilio y pidió «que no haya represalias contra la familia del sospechoso».

El joven Castro dijo a los periodistas que estuvo en casa de su padre hace apenas dos semanas, pero hacía muchos años que no pasaba más de 20 minutos dentro. «Y hablo desde que yo estaba en el instituto», aclaró. Dentro, recuerda, había candados y puertas bloqueadas, como las que conducían al sótano -donde presuntamente estaban Amada Berry y su hija-, la del garaje y la del ático. Es en la planta alta donde la Policía encontró a las otras dos chicas, que estaban encerradas en habitaciones separadas.

Un vecino, Israel Lugo, asegura que en 2011 su novia escuchó gritos procedentes de esas habitaciones tapiadas con tablones de madera. «Primero le dije que Ariel vivía solo, pero luego me sentí mal y llamé a la Policía. Vinieron como a la media hora, miraron con la linterna por las ventanas, pero como no vieron nada se fueron». Las autoridades policiales de Cleveland dicen que no tienen registrada llamada alguna sobre esa casa. Ayer se vio a los agentes salir de la vivienda con cuerdas y cadenas presuntamente encontradas en el interior.