Grecia, Irlanda y Portugal son observados por la UE y el FMI. :: ALEIX SALÓ
Sociedad

La 'europesadilla' de la clase media

Aleix Saló regresa con una revisión caricaturizada de los orígenes de la UE y la crisis que padece

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Un Frankestein financiero de miembros inconexos y de movimientos poco dóciles que tarda una barbaridad en responder a las órdenes del cerebro porque el hemisferio norte dice 'A' y el sur a veces ni dice ni comprende lo que es 'B'. Así queda retratada la Eurozona en 'Europesadilla. Alguien se ha comido a la clase media' (DeBolsillo), el nuevo trabajo de Aleix Saló, que tras intentar dar las claves de la crisis en España con 'Españistán' y 'Simiocracia', trata ahora de revisar la actual situación financiera y social del Viejo Continente con las mismas dosis de humor y acidez que le han caracterizado hasta el momento. «Es una conjunción de elementos muy dispares. Solo hay que ver que están economías tan diferentes como Holanda y Grecia compartiendo las mismas políticas monetarias. Cosas así son lo que ha creado este monstruo ingobernable», asegura el dibujante catalán.

Entre los muchos aspectos que Saló trata en esta «nueva reflexión satírica» destaca cómo la actual coyuntura económica ha torpedeado especialmente la línea de flotación de la clase media. «Está claro que va a tener que transformarse», responde cuando es preguntado si las clases adquisitivas más templadas tienen el fin marcado o puede hacerse 'la goma' con la fecha de caducidad al igual que Arias Cañete con los yogures. «Cada vez se está reduciendo la masa con esa fortuna y caminamos hacia un escenario mucho más polarizado de ricos y pobres», agrega. Evita señalar culpables concretos. Sin querer «resultar tibio», dice que esto es producto de «los tiempos que corren» en los que «el pastel a repartir es cada vez más pequeño» y «la habilidad de ciertas élites para distribuirlo» hace que no queden «demasiadas porciones a la hora de repartir riqueza».

En total, recoge treinta siglos largos de historia continental arrancando con la construcción de Stonehenge para posteriormente dar entrada a fenicios, egipcios y otras tantas civilizaciones. «Empecé con el reto de describir la UE, pero no podía si no explicaba Europa.

Y esto tampoco se puede explicar sin explicar el resto del mundo. Y esa relación se fraguó hace años», recuerda. El catalán afirma que este «recorrido un tanto sintetizado» puede servir para entender problemas que afectan a los Veintisiete, un club con un «pifostio» institucional en el que no queda claro ni la cadena de mando.

Su viaje acaba con los rescates a Grecia, Portugal e Irlanda, que tuvieron que recurrir a la ayuda de la troika para depurar sus más que maltrechas economías, privadas de herramientas propias y efectivas para combatir la tormenta. «Algunos países han vivido dopados con dinero que ha llegado del extranjero. Y ahora hay que devolver la factura que está sin pagar», argumenta.

Una situación que ha permitido la aparición en el Sur de Europa del 'Vampirus Ibéricus', otro de los personajes creados por Saló, que representa a esas «élites extractivas» de Robinson y Acemoglu para las que es imposible deshacerse «de ciertas redes completamente inútiles» y les resulta más sencillo «recortar en educación o sanidad». En este mal sueño ilustrado y caricaturizado por el catalán también habría sitio para los muertos vivientes. «Podrían estar en Chipre pero también en España», afirma. «Los bancos, sin duda, son auténticos 'zombies'», sentencia sobre el rescate a las entidades financieras.

La mala

«Merkel parece la mala de la película porque es la que está actuando con más diligencia y eso da mucha visibilidad», sostiene. «Tiene un plan bastante claro y lo va a llevar hasta las últimas consecuencias para lo bueno y lo malo», agrega sobre la canciller alemana, que «en cosas cómo esta», le recuerda a la difunta Margaret Thatcher.

«Alemania ha estado acometiendo estos cambios durante décadas. Ahora no se puede exigir a otros países que las hagan en 2 o 3 años», lamenta sobre la falta de mano izquierda de la germana cuya «rigidez» podría acabar siendo catastrófica. Otras de las cosas que se recuperan en el libro es el debate de la globalización, una palabra que parece enterrada entre tanta prima de riesgo, déficit, ajuste y reforma.

«No hemos resuelto la adaptación a esta realidad. Es como la revolución industrial, imparable», agrega. Un escenario en el que un territorio «acostumbrado al eurocentrismo» tiene que competir en igualdad de condiciones con otros continentes como Asia. «Parece que mientras China ha estado adormecida Occidente ha ocupado ese hueco y ahora parece que lo está recuperando», opina aventurándose también a decir que no cree que el gigante asiático «capitalice la hegemonía financiera» del mañana.