Un día para la reflexión
El Día del Trabajo debe unir a una provincia devorada por el desempleo para provocar un debate colectivo, sin exclusiones ni estereotipos, en busca del fin del drama
Actualizado: GuardarEl Primero de Mayo, la legendaria celebración del Día del Trabajo, hunde las raíces de su celebración en trágicos acontecimientos históricos en los que la reivindicación de derechos básicos, afortunadamente consolidados hace décadas, costaban la vida de los obreros que los reclamaban. Más de un siglo después, la situación es tan diferente que el sentido de la conmemoración es otro bien distinto. Ahora no está en juego la salud ni la vida de ningún operario oprimido por caciques y capitalistas sin escrúpulos. Ahora el drama es otro. No cuesta vidas directamente pero las rompe por falta de ingresos en familias enteras, condenadas al subsidio, a la mínima ayuda para la supervivencia alimenticia 'in extremis'. Lejos de reclamar unas condiciones mínimas de trabajo que afortunadamente ya no están en cuestión, esta jornada debería servir como reflexión colectiva para todos los sectores implicados en el mercado laboral. Desde los propios asalariados, hasta los emprendedores y directivos, pasando por el creciente número de autónomos y las administraciones públicas. Todos tienen intereses comunes en que la rueda, paralizada, atascada, vuelva a rodar porque hace mucho tiempo que ninguno de estos colectivos puede vivir sin los demás, todos se necesitan. En una provincia que bate todos los registros de desempleo, que malvive devorada por un dramático 41% de parados en su población activa, se impone un debate colectivo, urgente y franco, sin exclusiones ni estereotipos, en el que los trabajadores y los empresarios estén libres de los clichés de hace más de un siglo. El escenario ha cambiado demasiado para que los actores sigan interpretando un papel que ya resulta increíble y que condena la función al fracaso absoluto.