«¡A vestirse de lagarterana, que nos vamos a Alcalá!»
Pepa Ramis, la mujer del laureado, insufla vitalidad a un Pepe Caballero abrumado por el protocolo y la cita solemne
ALCALÁ DE HENARES. Actualizado: GuardarDe buena mañana, Pepa Ramis le puso las pilas a su agotado esposo, Pepe Caballero. «Venga, ¡a vestirse de lagarterana, que nos vamos a Alcalá!». Tan expeditiva como siempre, sabe esta mujer que a veces hay que azuzar a su marido, un José Manuel Caballero Bonald que ayer tenía una cita con la historia de las letras hispanas en la centenaria universidad de Alcalá. Al último premio Cervantes le agobia, incomoda y descoloca el protocolo. Tanto, que le paraliza. Tiene 86 años y los esfuerzos le pasan factura, de modo que no le hacía la menor gracia embutirse en el preceptivo y protocolario atavío. Pero ahí estaba Pepa, su norte, marcando el paso una vez más y disolviendo el mal humor que a veces se adueña de su marido.
Ella es la aguja de marear de un marino que navega entre versos, que se ensimisma con facilidad, mal dotado para la vida práctica. Es la madre de sus cinco hijos y el motor de una vida en común que dura ya 53 años. «Siempre estoy detrás de él; toda la vida ha sido así y me siento muy orgullosa», reconocía una risueña Ramis en el patio de la Universidad, bajo un cordial sol de primavera, pasado ya el tráfago de la ceremonia, la foto de familia con los Príncipes y un pequeño vahído del galardonado.
Y es que en el paraninfo aún tuvo que insuflar Pepa Ramis parte de la vitalidad que le sobra al poeta jerezano. «Los años no pasan en balde y al levantarse del sillón, después de la ceremonia, se ha mareado un poquito. Ha sido mientras sonaba el 'Gaudeamus igitur', pero no pasa nada. Son cosas de viejos», bromeaba. Ramis, de verde claro y floreado, tan primaveral como el sol que caldeaba la mañana, quitaba hierro al percance y disfrutaba de la compañía de los suyos.
Acompañaron al matrimonio dos de sus cinco hijos -José Manuel y Julia-, la hermana menor del poeta, María Julia, y tres de sus seis nietos: Agar y Álvaro, de 14 años, y Julita, de 11. Los tres críos, los nietos mayores de la familia Caballero-Ramis, disfrutaron de lo lindo grabando con sus cámaras y teléfonos móviles tanto la ceremonia como el encuentro de los abuelos con los Príncipes. Su abuela explicó que se manejan muy bien con las nuevas tecnologías y que editan sus propios vídeos. También que Agar «apunta maneras de escritor y que ya hace sus pinitos», una confidencia que no hizo mucha gracia al chaval.
Antes de atender tan animosa la curiosidad de los periodistas, Ramis conversó muy distendida con la princesa Letizia. Ya en la víspera había hablado largo y tendido en el Palacio Real, en el almuerzo que los Príncipes ofrecieron al mundo de la cultura. Doña Letizia, que también quiso departir con los informadores, elogió la vitalidad, el empuje y la entereza de Pepa Ramis. La esposa del poeta confió a la princesa cierta añoranza de su pasado como deportista -fue nadadora en su juventud- y cómo dejó sus estudios universitarios para atender a su familia. De no ser así, Pepe Caballero habría tenido difícil elaborar la brillante obra merecedora de los más altos honores de las letras hispanas y las alabanzas de los príncipes.
A doña Letizia que optó por un elegante vestido en tonos ocres, le gustó mucho el discurso de Caballero Bonald y las múltiples lecturas que ofrecía un texto armado en tono a una idea central, el poder sanador de la poesía. Caballero lo leyó con su habitual seriedad, sin renunciar a su deje jerezano, también del agrado de la Princesa. El Príncipe había cerrado su alocución deseando un «feliz día del libro a todos».