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Reina roja

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Mientras estoy llevando a cabo la apasionante lectura del libro de Matt Ridley ( 'The Red Queen, Sex & The Evolution of Human Nature', 1993) veo la película 'Mátalos suavemente' ( Andrew Dominik, 2012). El libro de Ridley expresa las más avanzadas ideas acerca de los beneficios adaptativos del sexo con respecto al entorno en los organismos que lo desarrollan. La película constituye una inteligente muestra de cine negro con asesinos venidos a menos y delincuentes de poca monta. Resulta curioso, pero en ambas obras se pone de manifiesto la sorda lucha que se produce entre los grupos sociales y los individuos que los conforman. Un panal, un termitero, un corazón, cada uno de nuestros cerebros o cualquiera de nuestros cromosomas constituyen ejemplos de esos campos de batalla donde cada abeja, termita, célula, neurona o gen lucha no sólo por sobrevivir, sino sobre todo por reproducirse, que es una forma ciega, digamos, de perdurar más allá de la existencia individual de cada uno.

Sucede que los grandes objetivos ocultan los intereses egoístas que mueven a cada uno de sus miembros. Si un panal produce miel y un cerebro es una prodigiosa máquina pensante es porque la ley del grupo somete a los individuos rebeldes, sean abejas o neuronas, que no dudarían en arruinar a la comunidad si ello les reporta algún tipo de beneficio personal, por más que la desaparición del grupo suponga su propia extinción. Los genes de nuestras mitocondrias celulares luchan por combatir al gen de la masculinidad tanto en cuanto un macho, como explica Ridley, representa para ellas un callejón sin salida.

También una nación es una obra colectiva que se construye en base al empuje egoísta de cada uno de sus ciudadanos. Cada uno de nosotros trabajamos en base a nuestro propio progreso. A veces la dirección del grupo coincide con la nuestra. Otras veces nos exige el sacrificio individual en aras del bienestar social. Pero siempre están los que intentan, y consiguen, lucrarse del progreso común aún a costa de la aniquilación suicida del grupo. Sobre las palabras de Obama transmitidas por televisión («Somos uno»), el protagonista de la película expresa cínicamente su pensamiento: «EEUU no es un país. Es sólo un negocio». ¿Les suena?