Bonald, frente al espejo de Cervantes
El poeta recibiá el premio mayor de las letras hispanas de manos del Príncipe y en ausencia del ReyEvocará la infravalorada poesía cervantina y el perfil más «enigmático, oscuro y clandestino» del desobediente creador de don Quijote y Sancho
MADRID. Actualizado: GuardarEs, ha sido y será insumiso. Un desobediente. José Manuel Caballero Bonald lo demostrará de nuevo el martes, día del libro, en el paraninfo del Universidad de Alcalá de Henares, al recibir el premio mayor de las letras hispanas. El escritor y poeta gaditano (Jerez, 1926) vela las arma del premio y da los últimos retoques al discurso de agradecimiento que leerá en la centenaria aula. Por segundo año consecutivo el galardón se entregará en ausencia del Rey. Don Juan Carlos, que retoma el lunes su agenda, tras recuperarse de la operación de cadera a la que se sometió a principios de marzo, no estará en Alcalá. El monarca recibirá al poeta y escritor mañana en el Palacio de la Zarzuela. Los Príncipes de Asturias, don Felipe y doña Letizia presidirán de nuevo el mates el solemne acto académico al que sí asistirán el presidente de Ejecutivo, Mariano Rajoy, y el titular de Cultura, Jose Ignacio Wert.
Será el heredero de la Corona quien loe la figura y la obra del poeta le entregue el diploma y la medalla que le acreditan como miembro del selecto club Cervates, el de los Borges, Cela, Delibes, Matute, Marsé, o Vargas Llosa. Un premio dotado con 125.000 euros que le llegó con 86 años, tras muchos otros, y que supuso un desagravio para este maestro del lenguaje al que la Real Academia ha dado tres sonoros portazos negándole un sillón en la docta casa. Lo recibió Caballero Bonald sin rencores, pero reconociendo con cierto sarcasmo que le crearía «algún enemigo en el muy envidioso gremio de los escritores».
Entre «agobiado y atolondrado» por las exigencias del protocolo y por «una solemnidad un poco arcaica» que le incomoda e inquieta, el octogenario poeta tendrá que embutirse en el preceptivo chaqué y leer su discurso desde la eleva tribuna. Un tráfago del que espera «salir ileso» y sobrellevar «armado de buen humor». Le ayudará la compañía de su inseparable esposa Pepa Ramis -más de medio siglo juntos- dos de los cinco hijos del matrimonio, y tres nietos.
Como cumple, hablará de Cervantes «de manera natural» en un medida alocución de media hora en la que destacará las desobediencias de su antecesor. El poeta jerezano evocará al más enigmático Cervantes «al perdedor, difuso, oculto y casi clandestino». Lo recodará como un vagabundo de las letras «que camina por el Madrid de Felipe II, por la Italia renacentista y por la Sevilla barroca, babilónica, a caballo entre los siglos XVI y XVII».
Marginal
Antes que el brillo de su universal novela y su tardía fama, se fijará Caballero Bonald en el casi olvidado poeta «que vivió de manera tan triste, tan marginal, mientras acumulaba el esplendor del Quijote; un desconocido, valiente, defensor de las causas perdidas y del perseguido». «La desobediencia me ha hecho ser quien soy, y hacen falta más desobedientes» reivindica mirándose en su egregio antecesor.
Para este destacado miembro de la generación del 50, poeta, narrador y memorialista, Cervantes es «maestro, guía y espejo continuo». «Su personalidad y su vida son ejemplares», dijo al recibir el premio el también flamencólogo y ensayista, que se dice «tan desobediente como todos los que hacen la gran literatura en contra de toda convención».
Caballero Bonald hizo honor a su primer apellido cuando alcanzó la cima de la gloria literaria. Ganó el Cervantes por mayoría y tras cinco votaciones, dejando en la cuneta a candidatos como el recién fallecido José Luis Sampedro, Juan Goytisolo, Martín de Riquer, Antonio Muñoz Molina, Eduardo Mendoza o Francisco Brines. Expresó entonces «resquemor» por ganarlo antes que Riquer o Goytisolo «que lo merecen más que yo». «Me lo dan ahora, porque ya toca, por edad, y me satisface, pero menos» dijo evidenciado su carácter transgresor y políticamente incorrecto.
Era casi el único premio que faltaban en el brillante palmarés de Caballero Bonald, ganador del Nacional de las Letras (2005), el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2004), el García Lorca, y tres veces premio de la Crítica, por los poemarios 'Las horas muertas' (1959) y 'Descrédito del héroe' (1977) y por la novela experimental 'Ágata ojo de gato' (1974).
Llegó el galardón con un obra «cumplida y sostenida en la poesía» a la que no sumará «más memorias ni novelas». Se despidió de las musas con 'Entreguerras', autobiografía en un poema de 3.000 versos sin rima, métrica ni puntuación. «Ahí está todo, el compendio de mi literatura y mi vida» dijo de un libro publicado a los 60 años de su primer poemario, 'Las adivinaciones', y medio siglo después de su primera novela, 'Dos días de septiembre'.