Giorgio Napolitano, durante una visita a Berlín. :: T. PETER / REUTERS
MUNDO

El sabio del Quirinal

Los partidos se confían a la experiencia mediadora de Napolitano, que lleva más de medio siglo en política

ROMA. Actualizado: Guardar
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Giorgio Napolitano ya había hecho las maletas para irse del Quirinale, el palacio de los papas que domina el centro de Roma y que tras la unidad de Italia pasó a ser residencia de los Saboya y, después de la Segunda Guerra Mundial, de los presidentes de la República. Se iba con ganas, tras siete años de quebraderos de cabeza en un puesto con el cometido letal de controlar la política y los partidos italianos. El mandato se suele hacer eterno y ahora da vértigo pensar que Napolitano, si no renuncia antes por lo excepcional de su retorno al cargo, seguirá ahí casi hasta los 95 años, en 2020.

Es un destino sorprendente para un estadista sin gran carisma, de verbo ampuloso y que llegó al Quirinale en 2006 de la noche a la mañana como candidato del último momento. Fue rescatado de una tranquila vejez como senador vitalicio y Berlusconi lo aceptó pese a proceder del Partido Comunista. «No lo votaremos, pero podemos convivir con él», dijo. Fue el primer comunista en ser jefe de Estado y se ha esmerado en ser presidente de todos, y su reelección de ayer indica que lo ha conseguido. Pero es que Napolitano no es un comunista cualquiera, representa la versión más heteredoxa y acorde a la evolución de los tiempos del mayor partido 'rojo' de Occidente, el italiano. Es más, ahora es de los pocos políticos italianos que transmiten sentido de Estado, más allá de ideologías e intereses personales. Abogado con inquietudes teatrales y poéticas, inscrito en el PCI en 1945, subió rápido en el organigrama. Empezó defendiendo la represión de la URSS en Hungría en 1956, pero fue de los primeros en moverse hacia la autocrítica en el sector más moderado del partido, trabajó por acercarse a la socialdemocracia e inculcar el europeísmo y en los ochenta impuso su línea de lealtad con la OTAN. Fue el único de su formación que Estados Unidos dejó entrar en el país durante la Guerra Fría y para Kissinger era «mi comunista favorito».

En los sesenta ya se situó en la dirección y llegó a coordinar la oficina política, un puesto clave. Seguramente no ha habido mayor escuela en Italia de sutilezas y maquiavelismos políticos que el dinosaurio del PCI, junto a la Democracia Cristiana, y de ahí el bagaje de Napolitano para lidiar con cataclismos como los que ha afrontado. Se le respeta por su prudencia e hilar muy fino. También conoce el percal porque entró en el Parlamento en 1953. Fue presidente de la Cámara de Diputados desde 1992 a 1994, los convulsos años de 'Tangentopoli', cuando se derrumbaron los grandes partidos por la corrupción. Elegido presidente de la República, se consagró en 2011, cuando pilotó magistralmente el momento más delicado para Italia desde 1992, la emergencia financiera con la caída de Berlusconi.