La suerte en la desgracia
El investigador Hugh Terr envía un mensaje de esperanza a los heridos al asegurar que en Boston fabrican las prótesis más avanzadas del mundo
BOSTON. Actualizado: GuardarLas ambulancias estaban aparcadas en la esquina, el hospital de campaña, a pocos pasos, y entre el público había enfermeras y estudiantes de Medicina que no tardaron en aplicar torniquetes en el sitio justo. La ciudad de Boston, además, se entrena desde hace dos años para responder a una situación de emergencia del tipo de los atentados de Bombay, lo que permitió una coordinación exquisita entre los muchos hospitales de primera que tiene. Dentro de su desgracia, las cerca de 200 víctimas de la maratón del lunes no podían haber podido estar en un sitio mejor.
Si el cámara fallecido José Couso hubiera estado grabando la maratón de Boston, en lugar de la invasión de Bagdad, probablemente estaría vivo. Como él, muchas de las víctimas tenían agujeros del tamaño de un puño y se desangraban por la arteria femoral. Con hemorragias internas y la sangre escapándose a borbotones habrían muerto en 20 minutos, de no haber tenido a mano la atención médica más cualificada que se podía esperar. «En cuestión de minutos los enfermeros del hospital de campaña instalado cerca de la meta pasaron de tratar calambres y deshidrataciones a salvar vidas», cuenta Ronald Kramer, que guarda esa imagen con orgullo.
«La organización fue impresionante», corroboró Rafa Vega, uno de los corredores españoles que participaba ese día en la carrera. Tanto, que los servicios de emergencia tuvieron el buen tino de repartir los heridos entre 11 hospitales de los alrededores, en lugar de colapsar los más cercanos, donde no hubiera sido posible atender a todos a la vez. Peter Burke, jefe del departamento de Cirugía de Traumas, lo agradecía especialmente, porque en día festivo buena parte del personal estaba de descanso. Su hospital, el de la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston, recibió 23 pacientes, como la mayoría de los de la zona. En este hospital, 19 enfermos seguían ayer en cuidados intensivos, cuatro de los cuales habían perdido una pierna y un quinto, las dos. Entre los más críticos se encuentra un niño de cinco años.
No es el único. Una hermana del niño fallecido también ha perdido una pierna. En día festivo de primavera, muchos padres habían llevado a sus hijos a vivir la euforia de los corredores, en un maratón donde participan amigos y familiares en representación de causas nobles. La escena del atentado estaba llena de menores, pero algunos tardarán en volver a correr.
Por suerte para ellos, en Boston se fabrican las prótesis biónicas más avanzadas del mundo, pero son demasiado caras como para colocárselas a alguien que está creciendo. «En un año la habrían superado completamente y habría que fabricarles otra», explica Hugh Herr, director de Investigaciones Biométrica en el Media Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts y fundador de la empresa iWalk. «Este tipo de tecnología está avanzando tan rápido que para cuando esos niños tengan 19 o 20 años habrá piernas biónicas tan buenas o mejores que las naturales».
Herr sabe de lo que habla. Él mismo perdió las dos piernas en un accidente a los 17 años durante una escalada interrumpida por una ventisca de nieve que le congeló los miembros. Hoy lleva dos modelos prototipos de las piernas más avanzadas que hace su laboratorio, y en el momento de esta entrevista telefónica se encontraba en España terminando el camino de Santiago.
«Puedo imaginarme lo difícil que ha sido para esta gente ir un día a ver un acto festivo y despertarte en un hospital sin piernas», reflexiona. «Perder un miembro de tu cuerpo es similar a perder a un ser querido: pasas por una etapa inicial de negación, luego de enojo y al final de aceptación. En breve estarán preguntándose por qué me tenía que tocar a mí». Muchos de los que en un primer momento han agradecido seguir con vida cambiarán de opinión cuando se enfrenten sin piernas a la realidad de la vida cotidiana y pueden caer en una depresión, pero Herr asegura que será temporal. «Lo que no cambia es la pasión y los sueños que tuvieras», asegura. «Como seres humanos prevalecerá el profundo deseo de vivir tu vida como querrías haberla vivido».
Con la tecnología que existe hoy, Herr asegura que si alguno de los corredores que perdieron las piernas el lunes tiene la suficiente motivación y buen estado de salud, podría volver a correr el maratón el año que viene. «Eso sí, necesitaría mucha motivación». Por su trato con veteranos de guerra, Herr sabe que quienes pierden las piernas tras una explosión sufren más el dolor fantasma que les hace seguir sintiéndolas.